miércoles, 30 de junio de 2010

Supervivencia del espíritu en tRabajos inestaBles-II

El poder del nombre

Me encargaba de comprobar la acreditación de las personas que venían a la junta de accionistas. Le decía a mi compañera el nombre y el número de DNI, que ella tecleaba en la base de datos, mientras yo comprobaba otros documentos que confirmaban que la persona podía entrar.

-Luz García de Lucas- Leí a mi compañera con toda naturalidad, y ella me dijo bajito
-perdona, ¿has dicho...Luz?
-Eso es, Luz García de Lucas- respondí leyendo directamente del DNI, mientras el señor, -el señor-, octogeranio, duro de oído y sonriente esperaba.

Salía en la base de datos, todo estaba en orden, el señor pasó y mi compañera seguía extrañada:

-¿Cómo es que se llama Luz ese señor?

-Tuvo unos padres muy listos y muy precavidos.

Me había fijado en su DNI. Había nacido a finales de 1935. No me cuesta imaginar que el ambiente estaba revuelto. Estaban a menos de un año de la Guerra Civil. Tuvo unos padres listos. O entre los que tal vez ya había habido alguna baja por guerra. Y su padre, el de aquel señor, casi con toda seguridad fue a la guerra menos de un año después, siendo él un bebé. Nunca sabremos si regresó.

Quizá la madre lo hizo en secreto. Le pidió ropita a una amiga y le vistió de niña. Total, ¿de verdad alguien comprueba el sexo del bebé en el Registro? No tengo ni idea de si lo hacen. Así que le llevó al registro, le puso 'Luz' y así se aseguró de que a ese niño, nunca jamás de los jamases le iban a reclutar para ninguna guerra. Quería asegurarse de que ese niño llegaría a ser un hombre y que su pecho no iba a ser atravesado por ninguna bala, y todo ese poder lo daba el nombre. El nombre que un desconocido pasaría de largo cuando lo leyera en una hipotética y futura lista de nombres buscando hombres para llamar a filas.

Volvió a casa, le dijo a todo el mundo que el niño se llamaba Luis, como el padre, y ahí quedó la cosa. El niño siempre fue Luis, y cuando tuvo que hacer algún documento, ya de más mayor, nada, la simple excusa de la anécdota: en el registro entendieron Luz.

la puta verdad

es que a todo el mundo le da ganas de fumar cuando cruza una gasolinera.

viernes, 18 de junio de 2010

rimarse

es una tarea minuciosa y ardua. cuentas sílabas. quitas y pones palabras. con algunas te lo piensas mucho. las quitas y las vuelves a poner. al final, las quitas. aparece otra palabra en su lugar. casi siempre como un flash. casi siempre cuando menos te lo esperas.

o tal vez, ordenas la frase de otra manera. calculando la nueva distribución de los acentos. a veces, así, encuentras el lugar para algunas palabras difíciles que de ningún modo quieres quitar.

a veces llega un verso entero, contundente, perfecto. pero no suele ser el siguiente, no no. te viene uno que va tres versos después. te condiciona las rimas, te hace estrujar el cerebro. hilarás los versos siguientes en torno a él, ese verso perfecto, adelantado y puñetero, que sin embargo está ahí: donde tiene que estar. eres tú la que tiene que llegar hasta él.

palabras difíciles que cuadran al final del verso, casi imposibles de rimar.
borrar, quitar, poner, quitar, poner. tachar, tachar, tachar.
pasar a limpio
hasta que consigues rimar contigo.

lunes, 14 de junio de 2010

la perra de Pavlov

No es lo mismo.
Antes, cuando recibía una carta, una carta de verdad, escrita a mano, de algún amigo o amiga, esa emoción del instante, no tiene nada que ver con lo de ahora.

Es otra cosa. El sonido del chat del messenger, o el del facebook, o el del tuenti, o el de badú, o de gmail, o del skype, esos sonidos que se graban en el cerebro. El sonido del móvil cuando suena un mensaje. Ese instante. Ese sonido. O el color azul, el intenso azul eléctrico del sobrecito -el sobrecito- que aparece en mi móvil cuando llega un mensaje. Ese azul, con su pitido característico.

Ante este estímulo (el sonido que precede a las palabras) mi cerebro saliva, en un condicionamiento clásicamente puñetero que viene a decir lo de siempre: soy una perra. Una perra de Pavlov.

domingo, 13 de junio de 2010

seis clicks de separación

Encuentro esta frase por casualidad y tras seis clicks de separación, mientras hago una pausita en la sesión dominguera de limpieza de la casa.

"Los paranoicos son como los poetas. Nacen así. Además interpretan siempre la realidad en el sentido de su obsesión, a la cual siempre se adapta todo."

Luis Buñuel.

sábado, 12 de junio de 2010

'toda mojaita' un cuarenta y dos de mayo



y sin quitarnos el sayo.

debe haber sido la primavera que más devotos ha perdido la virgen, por hacer llover en todas las comuniones y en todas las bodas, a pesar del soborno de todas las novias, madres, suegras, padrinos, madrinas, damas de honor y demás invitados.

la primavera en que más dinero se ha tirado en peluquerías.

la primavera de las fotos con un vestido de verano comprado hace tres meses que no pega con el intenso nublado del cielo, la primavera de las fotos con la carne de gallina.

la primavera con las flores más rojas y más amarillas y más moradas, el campo más verde, más verde que nunca.

la primavera en que, tal día como hoy, voy a comprar un poco lejos y al salir de la tienda está diluviando. la gente corre, abre sus paraguas, espera bajo los portales a que pase la nube. yo tengo las dos manos ocupadas con las bolsas de la compra y sólo lamento no llevar la cámara para hacer fotos a la prisa de la gente y su aversión a mojarse.

queridos, no es invierno. hace casi veinte grados. la lluvia está cayendo suave, no duele, no enfría. está en su jodido punto. intentélo una vez, también usted, señora con la bolsa en la cabeza y las asas en la boca (!)

que le den por culo a la permanente, señora. el pelo tiene sed de lluvia, igual que la piel tiene sed de sol. te crecerá una melena más fuerte, más bonita. apenas se nota la acidez de la lluvia, la contaminación de Madrid. ha llovido tanto y tanto que ya llovió todo lo ácido. se llevó casi todo ese horrible gorro que siempre flota sobre esta ciudad. estén un poco agradecidos, mójense de vez en cuando.

yo venía empapándome y feliz y cantando por dentro la canción de Gecko Turner, Toda Mojaita. nunca había visto el vídeo. lo he buscado cuando he llegado empapada y feliz a casa, este cuarenta y dos de Mayo. me encanta esta casualidad: el vídeo va de una perra que también está toda mojaita.

miércoles, 9 de junio de 2010

oye Principito: sí, tú, el del libro del Principito



yo te voy a contar lo que pasa con tu flor. Se ha hecho un matorral que no veas. ahora no hay una; hay un montón de flores, niño de poca fe.

no sé por qué algo en el Principito nunca me encajó del todo. de niña no pasaba de las tres primeras páginas y el prota que no es el Principito, el narrador, ya me caía insoportablemente mal. el rollito ese del dibujo de la serpiente-sombrero. buah. niño, si dibujas mal, dibujas mal y punto. aprende a dibujar. a los adultos les falta imaginación, sí, pero yo era una niña y también hubiera dicho que eso era un sombrero chungo. y me sigue pareciendo un dibujo que dibujó un adulto intentando simular cómo dibujaría un niño...

luego tiene sus puntos, el capítulo del borracho y tal. pero no. un niño y un Principito no dudarían de que la rosa se habrá convertido en un pedazo de rosal.

viernes, 4 de junio de 2010

Vivir el cuento


Nunca vi muchas películas Disney, quitando Alicia en el País de las Maravillas y Pocahontas. Así que mis altas expectativas en cuanto al amor verdadero eran culpa principalmente de Conan y Valeria, Baby y Johnny, Buttercup y Westley, mi hermana y mi cuñado.

Mi hermana aún me leía cuentos por las noches cuando se convirtió ella misma en La Princesa Protegida.

No lo buscó: su amor la encontró cuando ella tenía 16 años y nunca más se separaron. Juntos vencieron todas las dificultades, que al principio eran muchas. Tenían absolutamente a todo el mundo en contra; nadie daba un duro por ellos. Se podían buscar problemas serios de verdad, problemas de adultos que yo no comprendía porque tampoco nadie me explicaba.

Yo era una mocosa de ocho años que vivía el cuento, mi hermana era la Princesa Protegida y nuestros padres eran los Reyes Serios, que cada fin de semana nos llevaban al pueblo para evitar que ellos se vieran. Allí mi hermana se encerraba durante horas en su habitación, su torre, a lamentarse por no poder estar con su amor.

Un jardín de rosas blancas era el suelo de la habitación cuajado de klínex mojados de lágrimas de princesa adolescente. A veces cogía su Vespino blanca (no teníamos caballo) y se iba por el bosque durante horas.

Absolutamente todo el mundo en contra, excepto una mocosa que de vez en cuando gritaba entre la voz de los adultos que hablaban del asunto con mucha gravedad:

-¡Se van a casar! ¡Se quieren mucho!

-¡Tú Cállate, niña! ¡Estamos hablando los mayores! ¡Qué sabrás tú!

-Sé...lo que pone en todos los cuentos: que la princesa se casa con el príncipe cuando se quieren mucho, y aunque encierren a la princesa y aunque el príncipe se vaya lejos, pero al final siempre se casan. Y sé lo de Dirty Dancing, que al final también acaban juntos y bailan muy bien, aunque al principio los padres no quieren. Y también lo de la Princesa Prometida, que aunque Westley se muere y Buttercup parece que se ha casado, al final se fugan juntos en caballos blancos, y también...

-¡QUE TE CALLES, NIÑA!

Si la cosa se ponía muy seria, al final me callaba. Y me iba a otro lado a jugar, o hacía como que me iba pero seguía escuchando desde el pasillo.

Por mi corta experiencia vital, me estaba pareciendo que el destino natural de toda oveja era encotrar su pareja y ser felices para siempre, tras superar esa fase de puteo que por lo visto, era bastante inevitable por uno u otro motivo.

Yo confiaba en los cuentos.

Ahora que lo pienso, también ocurría que en muchos de ellos, les pasaban cosas chulísimas a las princesas más pequeñas. La hermana pequeña siempre molaba. Así que la victoria del amor en la historia de mi hermana, de algún modo también garantizaba que algo muy bueno, una historia muy profunda me tendría que pasar a mí cuando fuera mayor.

Daba gusto ver cómo la gente iba callando su boquita a medida que pasaba el tiempo y ellos seguían juntos. Y cómo volvían a meter las narices en sus aburridas vidas, seguramente muchos de ellos y ellas envidiando tener ese valor, el de hacer lo que te salga del corazón contra viento y marea. Vivir el cuento.

Mi hermana y mi cuñado se casaron ocho años después de empezar a salir, sin prisas. De su boda hace diez años. Pasó el temporal y se les quedó el tiempo en una eterna primavera. Jamás les he visto discutir. Son felices y comen perdices de corral criadas en el suelo con pienso natural y yogures con bífidus activos.

En cuanto a mí, resultó que no me tocaba ser princesa. A mí me tocaba escribir este cuento.

miércoles, 2 de junio de 2010

Supervivencia del Espíritu en Trabajos Inestables- I

Hoy: Azafata de congresos, eventos y saraos.

Hay unas cuantas razones por las que es mejor contratar azafatas que poner jarrones.

1) Un jarrón, para que adorne lo suficiente, es más caro que una azafata. Un jarrón caro puede costar cientos de euros, pero una azafata trabaja por cincuenta euros al día, incluso menos.

2) Si el jarrón se cae, se rompe. Si la azafata se cae, se levanta y normalmente sigue entera.

3) Un jarrón no sabe indicar dónde está el baño. Puedes ponerle un cartelillo, pero a) nadie los lee b) desluciría el adornamiento. La azafata en cambio, adorna a la vez que informa.

4) El jarrón, por muy bonito que sea, no te da los buenos días. Algunas azafatas tampoco, pero en teoría sí lo hacen.

5) El jarrón no puede pasar el micrófono al público en el turno de preguntas.

6) Un jarrón sobre tacones no queda mejor.

7) Un jarrón maquillado no queda mejor.

8) A un jarrón no puedes ponerle un uniforme ridículo y/o estridentemente corporativo.

9) El jarrón lo pones ahí y ahí se queda. A la azafata la puedes marear toda la mañana en plan 'vete allí, ahora ven aquí, ponte allí, ponte allá'

10) Un jarrón no suele reclamar las horas extras que trabaja, ni tiene sindicato de jarrones, no se queja por las pagas prorrateadas, o por ser citado a veces una hora antes del trabajo 'por si llega tarde'(asumiendo de antemano su total incompetencia). En esto un jarrón es exactamente igual de bueno que una azafata.

Despierta

-Cuando cuente hasta tres, te despertarás ¿lo has comprendido?
-Sí -dijo la chica hipnotizada- lo he comprendido. Pero no quiero.
-¿Cómo que no quieres? Si lo has comprendido, cuando cuente hasta tres te despertarás.
-Un momento. ¿De verdad tengo que despertarme?
-Sí, vas a despertarte en cuanto cuente tres. Uno, dos,
-pero disculpe, antes de despertarme me gustaría saber qué ocurriría si no me quiero despertar. Ahora mismo soy consciente de lo que hablo con usted. Seguro que podría llevar una vida normal y nadie notaría nada.
-Pero esto no es así. Sé un poco razonable, mujer. Tienes que despertarte.
-¿Por qué?
-Porque eso es lo normal. Se hace así, a uno le hiptonizan y le deshipnotizan. Así es como funciona.
-Ya, pero eso es porque la gente quiere despertarse. A mí no me está dando la gana. Y me voy a quedar así. Cuente hasta tres o hasta diez, pero no cuente conmigo. Me quiero quedar aquí.
-Está bien, pero no lo harás. ¿No ves que no es algo malo? No tengas miedo a despertar. Es como despertar de un sueño; estarás relajada y tranquila, y volverás a tu vida normal como si no hubiera pasado nada. Ahora mismo voy a contar hasta tres, y aunque no quieras, repito, aunque no quieras, te despertarás y no recordarás nada de lo que ha ocurrido. ¿Entendido?
-No.
-¿Lo has entendido?
-He dicho que no.
-Da igual. Vas a despertarte. Jamás he hipnotizado a alguien que no se haya despertado. Voy a contar hasta tres y te despertarás. Uno, dos, tres. Despierta.

Silencio.

-A ver, mírame. ¿Cómo te encuentras? ¿Recuerdas algo?
-No...¿qué ha pasado?-fingió.


Publicado en el blog literario de la revista digital Tendencias 21.

martes, 1 de junio de 2010

'Yo no tengo alas'



a partir del 1:30

cirugía estética y dislexia existencial


¿Y por qué en lugar de hacer tantas cosas raras:
tetas de goma, narices más pequeñas, labios de silicona, culos más pequeños,
no inventan la manera de ponernos alas?

Unas alas bonitas, así con plumas, no hace falta que sean muy grandes.
Unas alitas, para moverlas cuando esté contenta y plegarlas hacia abajo cuando esté vergonzosa y estirarlas a tope cuando me despierte.

Con plumas blancas, seguro que blancas. Y que haya una manera de cambiarlas de color, estaría muy bien.

¿Y por qué no colas de gata?
Perdimos nuestra cola de mono, y si te paras a pensarlo, la echarás de menos; allá desde el abismo de tus remotos genes de mono.
Servía para un montón de cosas. Claro, sí, la perdimos por aquello de la evolución: dejamos de necesitarla. Pero entonces la vida era diferente, más tranquila: algunos animales salvajes, epidemias de vez en cuando y catástrofes naturales. Una vida apacible, comparado con lo de ahora. Ahora que necesitamos una cola animal y funcional.

Pero no hacen más que humaneces: bótox, culos, tetas, morros, abdominales de goma.

¿Dislexia existencial? Hay gente queriendo parecerse al póster, van hacia adelante. Lo siguiente a lo humano. Y yo iría hacia el animal, iría hacia atrás.

En ese sentido comprendo mejor a los que se operan la lengua para hacérsela bífida, o a ese tío que se ha operado ni él sabe cuántas veces hasta parecerse lo máximo posible a un gato. Eso sí me parece un motivo.

Pero nos venden tetas de goma, y al final nos olvidamos de desear las alas. De exigir las alas.