jueves, 22 de julio de 2010

de uñas (pequeñas polluelas de fénix)

Llevo como veinte años intentando dejar de morderme las uñas. He pasado por bofetadas, collejas, regañinas, broncas, líquidos asquerosos que no sirven para nada (líquidos que saben mal, para disuadir a los onicófagos, los cuales 1-hacen que sepa mal cualquier otra cosa que te comas con las manos, como unas patatas fritas y 2-hasta que te acostumbras al sabor y ya no te disuaden de comer nada, ni siquiera tus uñas) propóleo, tiritas en cada dedo, incluso guantes.

Me he pintado las uñas para intentar disuadirme y he comido esmalte del todo a cien en cantidades tal vez irreversibles. He llevado uñas postizas que se pegaban con un pegamento muy fuerte; el primer día estaban preciosas pero al cabo de dos o tres eran un coñazo porque en el momento menos pensado se me caía una y pasaba un corte que te cagas (-Toma, se te ha caido...una uña...)

Al final me las puse de porcelana. Son caras pero hacen una coraza fija sobre la uña. Lo malo, que me seguía haciendo heridas alrededor. Nunca tengo suficiente, joder. La otra cosa mala: a las dos semanas las uñas han crecido y se empieza a notar el 'escalón' con la porcelana, a medida que crece la uña de verdad.

Era demasiado caro ponerme uñas tan a menudo, además del desgaste que supone para la uña. Cada vez que te cambian la porcelana te las liman mucho, tanto que al final la uña puede acabar siendo una lámina finústica que ya no tiene buena pinta sin la porcelana. Y ése no es el fin.

Pero por fin descubrí el secreto: ir limando la superficie de porcelana, dejándola muy fina, apenas una lámina que crezca protegiendo a mis uñas de mí. La única pega es que hay que llevarlas pintadas, porque la diferencia de color entre la uña de verdad y la otra se nota. Pero está siendo emocionante. Veo como van creciendo, por primera vez parece que va a funcionar. Poco a poco se renuevan mis uñas, estoy perdiendo del todo el vicio y siguen duras porque queda porcelana. No tengo ni una sola herida alrededor de ninguna uña. Y me he vuelto adicta a los esmaltes de uñas. A usarlos, no a comérmelos.

Hace un rato se me ha desprendido la porcelana del meñique derecho. Quedaba poca, más o menos el tercio superior después de mes y medio creciendo, y se partió una esquina. Y la quité. Ha sido como tirar de un diente de leche que está flojo. Y debajo, mi uña nueva. Que la verdad, es tan bonita y tiene una forma tan perfecta como la postiza. Nueva, radiante, preciosa y acojonada. A mí también me da un poco de miedo por ella.

Creo que seguiré una temporada pensando que aún es de porcelana. Por si acaso.