martes, 19 de abril de 2011

traBajos inEstAbles- LXXVIII - el lado oscuro de la tostada

Para opinar acerca de la densidad de la tostada, no es necesario probar la tostada. 

Es más, no hay que probar la tostada. 

El cliente ha dicho que las tostadas no se prueban. 

De manera que somos cuatro entrevistadores en la sala de reuniones de un hotel, en la que hay dispuesta cuatro mesas y hay una mesa central donde se guardan las muestras de producto, es decir, las tostadas. 

Es un estudio de mercado de una marca de pan de molde, que quiere saber qué opinan las consumidoras de pan de molde sin corteza, compradoras principales del hogar de entre 28 y 55 años y con hijos, acerca de la densidad de sus tostadas. 

Las entrevistadas ya están captadas vía telefónica. Únicamente vienen a evaluar un producto, en una encuesta de unos diez minutos, y cobran una gratificación de doce euros por ello.

La primera parte va sobre hábitos de consumo de pan de molde sin corteza.

En la segunda parte le mostramos una rebanada de pan de molde sin corteza y le preguntamos de qué marca cree que es, si le parece que tiene buena pinta, si el color está bien, si el grosor está bien, y si la densidad de la miga está bien, para hacer aprecio de lo cual, el consumidor debe untar crema de cacao en la rebanada de pan. Sin comerlo. 

En esta parte también le pedimos que elabore un sándwich, para lo cual hay disponible jamón york y queso, tomate rallado, aceite y mantequilla. La persona se hace el sándwich y aprecia la consistencia del pan. Pero no se puede comer el sándwich. 

Por último, tostamos una rebanada de pan en tostadoras, hay una en cada mesa para tal efecto. Son una monada, de esas que las tostadas saltan cuando están en su punto. Y después la persona evalúa la apariencia de la rebanada de pan tostado, le damos un sobre que contiene doce euros y se va. 

Y por último, porque así está indicado en las estrictas normas del cliente -la marca de pan de molde, su sección de márketing- toda la comida se tira a la basura. 

Cuatro rebanadas de pan por persona entrevistada. Son muchas entrevistas al cabo del día. Mucha comida intacta a la basura. No creo en el pecado pero tirar comida lo es. 

Me he pasado el día tirando comida y me van a pagar por ello. Había mendigos en la misma calle donde está el hotel en cuyo interior estamos tirando comida. 

El cliente, es decir, el director de la movida del márketing de la marca de pan de molde, ha estado por allí y había que cumplir su asqueroso protocolo. Mañana ya no estará. 

No puede ser que el mundo funcione así, no se puede estar tirando comida cuando otros pasan hambre. Por un puto estudio de márketing. No cuesta una puta mierda hacer las cosas de otra manera. Las cosas se pueden hacer bien. Pero a los directores de márketing no se les pone en los huevos. Pero en qué cabeza cabe tirar así bolsas y bolsas de comida. 

Cómo puede dormir ese tío, como pueden dormir todos los de su calaña y cómo voy a dormir yo. Obedeciendo por seis euros la hora, cobrando por tirar comida y pensando cómo hacer que la historia no se repita mañana. Que mañana tengo que hacer algo. Aunque sea poco, pero Algo. Porque de qué cojones va esto. He hecho estudios de mercado de otras cosas. Los ambientadores no se tiraban. Si los ambientadores no se tiraban, la comida mucho menos. Nadie se muere por no tener ambientador. Qué asco de miseria de la abundancia, qué asco y qué putada que para ser consciente de que te queda un grano de cordura haya que experimentar esta náusea. Los directores de marketing no son humanos.

Noches así me cago en cómo funciona el mundo, y si soy un diminuto engranaje quiero saltar por los aires o morir aplastada. No quiero, no quiero, me niego a funcionar entre semejantes piezas.

Mañana y ya. Miércoles Faulkner. Miércoles Faulkner. Miércoles Faulkner. Mañana sándwiches. Robar sándwiches. Bolso grande. Discreción. Alevosía. Aunque sean unos pocos. Aunque sea uno. El mínimo de dignidad.