jueves, 1 de diciembre de 2011

diciembre

y en un giro inesperado las circunstancias -esas pequeñas perras- se volvieron dóciles, se volvieron sencillas y transitables.


las gatas callejeras que llegaron huesudas y necesitadas ahora están cuidadas y lustrosas.


volvió a funcionar el agua caliente. dejó de entrar frío por la ventana del salón.


hasta me dejaron de rechinar los dientes por las noches.


el metro se retrasa mucho menos estas mañanas y estas tardes un poco de solecillo de invierno entra por la ventana.


mi pequeña gata convaleciente duerme en mis piernas mientras parece no echar de menos su útero y los gatitos que ya nunca tendrá. no ha habido ningún veterinario herido esta vez, pero por poco. las pequeñas fieras nunca pierden el carácter. y me alegro.


una mañana me levanté y los muebles de mi habitación se habían colocado, ellos solitos, de una forma mucho más provechosa e inteligente. y ahora todo está en su lugar. ya no tropiezo con nada.


hace frío. pero yo no tengo frío.


dormida y no tengo su voz que me escribe me piensa me susurra me dice me grita quieremé.