sábado, 17 de diciembre de 2011

la querella de las rubias

Es posible que exista un número predeterminado de veces que se puede soportar tener en frente un bolso-camiseta-póster-complemento del hogar con la cara de la Rubia Tonta. Supongo que sabemos a quién me refiero cuando digo la Rubia Tonta. Todas las rubias -algunas de ellas portan su efigie como estandarte- deben agradecerle a ella el apelativo de Rubia Tonta, que se inventó por y para ella. La rubia tonta por excelencia. Haciéndose la tontita en pantalla y en la vida, su expresión siempre me ha parecido complaciente hasta el extremo del algodón de azúcar. Azucarada e idiotizada.

Un pobre sucedáneo de la Rubia Lista por excelencia, que nunca veo en camisetas, pósters, bolsos ni nada. Que alguien culturice un poco a los diseñadores de Greska y de Vara. Que nos devuelvan a la rubia, a la de verdad. Sólo hay que mirar las fotos. Fotos en las que la Rubia Tonta no había ni nacido, y la Rubia Lista se comía el mundo. ¿No es evidente? a quién recuerda.



Una cadena de catastróficas desdichas, que Madonna se basara en Marilyn y no en Mae. Por suerte, parece que la tontuna se desvanece a la tercera generación. Britney Spears se autodestruye porque es la tercera generación de Rubias Tontas. Creo que Lady Gaga triunfa porque es lo más parecido a una nueva Rubia Lista. A veces creo que todo se reduce a ser hijas de Lilith o hijas de Eva.


Lo teníamos. Teníamos un referente ovárico: Una mujer que en los años treinta escribía sus guiones, elegía a sus compañeros de reparto y hacía lo que le daba la real gana. Inteligente, sarcástica, independiente, morbosa, segura de sí misma hasta la médula, ambiciosa y transgresora. Pues no. El mundo ensalzó a la mala copia algodonosa y boba, y se olvidó de que la primera rubia fue lista. Muy lista.