viernes, 11 de mayo de 2012

la historia trenzada del curioso caso de justicia poética

no os he hablado casi de la abuela de Slavi. se llama Nina y es muy sabia. cada invierno desde que nos conocemos, nos regala unas pulseras de lana roja y blanca, unas sencillas trencitas de lana. nos contó que es una tradición de su tierra, Bulgaria, y que hay que llevarla puesta como mínimo hasta que comience la primavera. entonces se ata en un árbol que tenga flores o frutos y se pide un deseo. en realidad el deseo lo vas pidiendo mientras la llevas puesta, y lo confirmas al atarla al árbol.

por otro lado, Nina colabora en la economía familiar vendiendo productos cosméticos por catálogo. de vez en cuando nos lo trae, y si queremos compramos algo. no nos quiere comprometer, pero sabemos que así la ayudamos, así que intento mover el catálogo entre las compañeras de trabajo para aumentar el pedido. 

hace tres meses llegó el catálogo y Nina me lo pasó. lo llevé al trabajo, pero ninguna compañera pidió nada. ninguna está para muchos lujos, claro, se entiende. pero me dio cosilla no encargarle nada. así que pedí dos cositas, pero le dije a Nina que una de ellas era por parte de una de mis compañeras de trabajo, María. fue para que no creyera que compro sólo yo por compromiso o algo así. ella tomó nota de lo que había pedido cada una de 'las dos' y me dio las gracias. el pedido tardaría unas dos semanas.

a la semana siguiente nos dieron una noticia como un mazazo: por los recortes en el departamento, despedían a una de nosotras: a la que llevaba menos tiempo en el trabajo. esa fue María. fue muy injusto y todas lo pasamos mal. María se lo tomó con gran serenidad y demostró un saber estar y una templanza que ya quisiera yo para mí.

la noche anterior al último día de trabajo de María, llegó el pedido de Nina, que tocó al timbre de mi casa para entregármelo. aún era invierno, y por eso, junto con el pedido me entregó las pulseras mágicas de todos los inviernos. una para cada habitante de mi casa, una más para el chico que me quita y me da el sueño, y como 'María' había encargado una cosita, había hecho una pulsera también para ella, a la que por supuesto no conoce de nada.

así que al día siguiente, último día de María como compañera azafata nuestra, le conté la pequeña historia de cómo mi encantadora vecina había hecho para ella una pulsera mágica, para agradecer el pedido que ella nunca había hecho pero que yo hice en su lugar. también decidí regalarle lo que yo había pedido en su nombre, un gel exfoliante con aroma maravilloso-chachi-de-la-vida, una auténtica pijadilla que le hizo tanta ilusión como la historieta en sí. y le expliqué lo de la pulsera mágica. pedir deseo, esperar a primera, atar a un árbol con flores o frutos.

hace poco me mandó la foto de la pulsera. la ató en un árbol con tantas flores que le dije que fuera lo que fuera, se cumpliría seguro. fue una putada mayúscula que la echaran con la que está cayendo y todas deseamos que encontrara otro trabajo pronto.

hace una semana, María vino a cubrir una suplencia de un día. coincidió con nuestra jefa más directa, que le comentó que dejaba su puesto libre, porque le habían ofrecido otro mejor. y su trabajo ya es un trabajo un poco más en condiciones que el nuestro. y casualmente, afín a los estudios que tiene María, que como otras tantas azafatas, tiene estudios superiores.

María mandó su currículum con pocas esperanzas. pero la llamaron para la entrevista. y fue a la entrevista con pocas esperanzas. pero la han cogido.

así que tenemos nueva jefa directa, tenemos unas pulseras mágicas que funcionan eficientemente y un curioso y-al menos desde aquí- muy bonito caso de justicia poética.