miércoles, 6 de marzo de 2013

mis síndromes de Stendhal (ampliable)

1-Cruzar el amanecer en avión. Volvíamos de Canarias Alba, Lidia y yo. No habíamos dormido en toda la noche. Estuvimos de fiesta y pensando muy seriamente si perder el avión a propósito. Cuando despegó aún no había amanecido. Alba y Lidia se durmieron. Yo no. Empezó a amanecer. Y de pronto yo estaba en ese amanecer, dentro de él. Todo era rosa, naranja, amarillo. Amaneciendo. Amanecí. Supe que a partir de ese momento me podía morir a gusto. Y me dio por llorar. De felicidad. No sé por qué. Eso sentí. Durante aquel viaje, mi ex estaba sacando sus cosas de casa. Y al aterrizar en Madrid, Alba empezaría a vivir conmigo, tras sacar las maletas de la casa de su ex. Y empezaba una de las mejores etapas de lo que llevo vivido.

2-La Capilla Sixtina. Horacio me llevó a Roma para celebrar que terminamos la carrera. Me llevó, porque yo no la conocía y él sí. Así que él ya estaba preparado para ver los Museos Vaticanos. Yo no. Empezó antes, pero explotó al llegar a la Capilla Sixtina. Eso fue un orgasmo del espíritu. Creí que se me venía el mundo encima. Que no soportaba estar ahí y que no soportaría irme de ahí. Fue como ver algo imposible. Como ver a un tío levitar delante de tus ojos. Algo que lo estás viendo pero no lo crees. Y una parte de mí la dejé con muchísimo cuidado entre un pliegue del manto de la Sibila Délfica, que yo digo que es Vittoria Colonna y yo digo que Miguel Ángel estaba enamorado de ella y punto. No es algo discutible. No conmigo.

3-Antígona. La puesta en escena de Rubén Ochandiano sobre la versión de Jean Anouilh sobre la versión de Sófocles (y así hasta el principio de los tiempos) hasta el 17 de Marzo en el Matadero de Madrid. Por si alguien tiene la suerte de ir a verlo. Yo es que siempre que leo Antígona acabo con lagrimones. Es mi tragedia preferida. Nunca lo había visto en escena. El teatro es el teatro, cuando lees un texto teatral estás leyendo un esqueleto. Nunca había visto Antígona en el teatro. Y de pronto, todo. Maravillosa Najwa Nimri, magníficos actores todos, pero más, mucho más, de pronto, joder, no lo sé. Una obra de veinticinco siglos que no puede ser más actual. De pronto el Teatro mismo, el TEATRO atravesando el tiempo crrrraaaasshhh como un crujido y yo llorando con Antígona qué bonita, qué bonita es Antígona en movimiento y de pronto el teatro es la vida, como una visión. Como una comprensión súbita de algo que te traspasa. No lo sé. La vida misma, ahí. He venido a repartir el amor, no el odio. Yo soy la que se queda despierta un rato más, escuchando la noche, despierta un rato más, todo lo que pueda, sólo porque no quiero que se acabe el día. Todavía no.