miércoles, 13 de marzo de 2013

misantropeces II


tú, la de negro. sí, tú. hoy me he fijado en ti. ya ves, te ha tocado. verás: yo estaba en el andén, esperando el metro en la jodida estación de Tres Olivos, que como todo el que usa el metro en Madrid sabe, es un tormento mental. te obligan a cambiar de andén para continuar la marcha, y ahí siempre está el metro en el que debías ir... yéndose. a todos nos hace perder minutos, horas de vida, ese cambio absurdo de metro que por lo visto no son capaces de sincronizar.

total, que hoy yo llego en un metro junto con otra gente. todos vemos cómo el otro metro se escapa delante de nuestras narices y nos disponemos a esperar 7 minutos a que venga el siguiente. cuando está a punto de llegar, viene otro metro en el mismo sentido que traíamos nosotros. pasa a menudo. de pronto, el doble de gente para coger el metro que está a punto de llegar.

existe la educación, que es no arrollar a los que llevan desde el metro anterior esperando, y luego existes tú, que sois muchas y muchos, aunque por suerte no sois mayoría.
existes tú, que llegas andando con aplomo y te colocas en primera posición, en plan 'que no se me acerque nadie que le meto un codazo' en el punto exacto en el que sabes que parará la puerta. porque tú vas a entrar y a sentarte aunque sea encima de una cabeza.
sí.
si es que a veces se ve venir. con muy poco. se sabe mucho de la gente cuando se la observa mientras cree que no está haciendo nada. como si llenar el espacio fuera nada. 

no me he equivocado contigo. entras fuerte, vas directa al asiento reservado y plantas allí tu joven culo. porque no creo que pases de treinta y cinco.

yo estoy en frente. te estoy mirando. hoy te ha tocado a ti. 

y me doy cuenta de que estás haciendo la táctica más sucia desde que el metro es metro:

te haces la dormida cuando llegamos a cada estación. al poco abres los ojos. pero al llegar a cada estación, te haces la dormida. así no ves quién entra. así no tienes que ceder tu asiento reservado a nadie, no quieres saber si no le estás cediendo el asiento a un cojo, a un anciano o a una madre con un bebé. 
y me das asco.

por eso no has visto a la señora mayor que venía de quimioterapia, que llevaba un pañuelo morado y un gorrito morado en la cabeza, pálida y del brazo de su marido. tranquila, ya le he cedido yo mi asiento por ti. se ha sentado en frente tuyo. pero tú tranquila. no la mires. sigue haciéndote la dormida en tu asiento reservado. está claro que lo tuyo es más grave que lo suyo.