lunes, 6 de mayo de 2013

cosas que aparecen cuando haces mudanza- mis primeros cuentos

en casa de mis padres había una máquina de escribir. era una de esas Olivetti con separación entre tecla y tecla. de pequeña, de muy pequeña, se me colaban los dedos entre tecla y tecla. recuerdo perfectamente intentar escribir y no tener la fuerza necesaria en los deditos. recuerdo que mis hermanos mayores sí podían escribir. me daba mucha rabia. yo también quería. un tiempo después, me senté delante de la máquina toda una tarde y con dos ovarios bien plantados me dediqué a escribir cuentos. digo dos ovarios bien plantados porque tenía mucho mérito escribir sin corrector, sin poder retroceder. no tenía fuerza para poner tildes porque para eso había que dar a dos teclas, fuerte y a la vez. 

creo que nada de lo que he escrito en este blog me da tanta vergüenza ni tanto orgullo. lleva veinte años esperando, este cuento. el mío. Freud se lo pasaría bomba, encontraría muchas cosas que decir, pero como todo el mundo sabe, Freud era el típico gilipollas ilustrado. 

sin censura, directamente desde mis nueve años de edad, lo que yo imaginaba:


                                 
        

la restauración que se aprecia, es porque mi madre lo rompió y tiró a la papelera hace años, pensando que eran papeles viejos. lo intercepté a tiempo y lo arreglé con cinta adhesiva. que no se rompen los papeles ajenos, coño. 

circo. quería escaparme con el circo y punto. vestidos de colores, actuaciones, piruetas, aplausos. nótese la 'traumática' separación de los progenitores, y su papel 'protagonista'. 

pues es que así salió la niña. no fue culpa de nadie.