viernes, 4 de octubre de 2013

7 días...

...sin escribir aquí, es que han tardado un poco en instalarme internet en casa. pero ya está. 

volveré a coger el ritmo.

de momento me he dedicado a leer de manera casi compulsiva. por leer, hasta me he releído mis diarios desde los 15 años, aunque paré a los veintidós, porque me daba miedo seguir y seguir y llegar al punto en el que estoy y que se colapsara el espacio-tiempo (o como dijo Hor, que aparecieran de pronto un montón de Valerias) 

un día fui a un típico bazar porque buscaba una aceitera. no la encontré, pero por casualidad vi unos ovillos alucinantes, no eran de lana, eran como de tela fina. en principio no hice caso, pero se me quedaron grabados en el cerebro y ya no pude parar hasta averiguar qué eran y cómo se llamaban y para qué servían. resulta que el material se llama 'trapillo', se hace con restos de telas industriales o te lo puedes hacer con ropa vieja, y sirve para hacer de TODO y quiero aprender necesito aprender voy a aprender. (por favor, diosa, no me mandes más vicios si no me mandas alguna forma de subvencionarlos!!)

desenterrando capas muy profundas del intelecto recordé que yo una vez aprendí a hacer punto. el más sencillo, pero algo es algo. bueno, yo no aprendí: me enseñó mi madre, con más esfuerzo que paciencia porque, oh, resulta que no es fácil enseñar a hacer punto a una niña zurda. es más bien jodido. esto es una torpeza extra en una estirpe de mujeres extremadamente hábiles para coser, bordar, tejer, hacer ganchillo y todo lo que uno se imagine que se puede hacer con hilo, lana y tela. mi yaya hacía chaquetas, jerseys y patucos para todos; mi tía también, y hacía verdaderas preciosidades. mi madre sabe coser cualquier cosa. y la niña salió zurda y no había quien la enseñara. 

total, que volví a la tienda y me compré tres ovillos y unas agujas de tejer. y en mi casa sin internet, como no podía buscar tutoriales, me dediqué a repasar la técnica milenaria de las trenzas. trenzas de tres, de cuatro, de cinco y de seis. y también comprobé que no se me había olvidado el punto básico. tremendo. 

a todo esto, esta mañana me han puesto internet y ahora hay que ver si esa necesidad imperiosa de tejer no estaba intentando suplir el síndrome de abstinencia de teclear. hacer algo repetitivo con las manos. relaja. mola. y en eso estoy. 

total, que ya vuelvo. en estos días volveré a mi ritmo normal de publicaciones, sea lo que sea eso de 'normal'.

os dejo una frase encontrada en el diario de mis veinte años (2004). en otro rato más dramático, melancólico o histriónico creo que recuperaré algo de entre mis quince y mis diecinueve. de momento:

"Tengo ganas de comerme el mundo
y también de mandarlo a hacer puñetas."