lunes, 4 de noviembre de 2013

la gata que no lamía a los humanos


mi gata es así: pasa horas lamiéndose, pero a mí no. a mí, nunca.
ni a mí ni a nadie. 
a veces hace un amago, creo que de manera automática,
igual que un gato que se lame cerca de otro gato termina lamiendo al compañero.
entonces puaj, puaj, recuerda que no tengo pelo y para.
no dura ni dos lametones.
siempre he pensado que le da como asquito lamer piel sin pelo,
y lo entiendo.
yo me imagino que le debe parecer como lamer un pollo desplumado. 
a otros gatos no les pasa, les encanta lamer humanos.

tampoco es una gata muy efusiva. 
cariñosa sí, pero no efusiva.
hay que mimarla cuando quiere, pero no le gusta nada que la soben porque sí.
el sobeteo gratuito siempre acaba en mordisco.
tampoco maúlla casi nunca. sólo cuando hay algo que contar.
es preciosa, blanquinegra y con un aire dramático 
cual actriz de cine mudo.
no creo que haga falta aclarar que la adoro y que la echo mucho de menos cuando viajo.
después de nueve días sin verla, al cuidado de mis amigas y vecinas que han ido a cuidarla a diario,
aparecí una noche.
esa noche maulló mucho, me contó muchas cosas, 
puso el ronroneo turbo (quien lo escuchó lo sabe)
que mantuvo tres noches y tres días
(creo que se quedó ronrofónica)
y esa noche que volví, 
primero se metió conmigo dentro de la cama, 
(lo hace muy rara vez)
sin parar de hacer
RUNRUNRUNRUNRUNRUNRUN
al ratito se instaló en la almohada, junto a mi cabeza
(le puse una chaqueta sobre la almohada,
porque pocas cosas le gustan más
que dormir sobre mis chaquetas)
y al fin nos dormimos.

ella suele dormir lo mismo que yo,
nunca me despierta porque se aburra, ni para pedir comida ni para nada.
nunca me despierta aposta
pero esa mañana
me despertó lamiéndome.
ella que no soporta lamer piel desnuda,
piel sin pelo,
encontró la manera
y en un acto de mucho amor
y de cosquillitas
me lamió despacito y suave,
las cejas 
y las pestañas.