martes, 18 de marzo de 2014

ventajas de ser púrpura (IV)

para una yonki de los colores como yo, descubre una nueva dimensión a la hora de vestir y de maquillar.

me chiflan las pinturitas y mi fetiche son las sombras. tengo docenas, pero he descubierto que en la última década me he centrado en toda la gama de marrones, beige, dorados, ocres, bronces, grises, granates y cómo no, morados.

colores que me gustaban para mis ojos marrones y mi melena castaña y que ahora me resultan incompatibles. son los mismos y no quedan igual. de pronto no tiene sentido: una sombra marrón alrededor de un ojo marrón con una melena violeta alrededor. no tiene sentido. 

(el morado ha estado siempre. con quince años no me podía plantear teñirme el pelo como lo llevo ahora, pero existía un embrión de esta yo: durante bastante tiempo, a la hora de salir por ahí, me pintaba las cejas con lápiz de ojos violeta. y quedaban sorprendentemente bien. era un detalle: algo que se veía cuando te fijabas o daba la luz, pero era un detallazo. la peña pensaba que las llevaba teñidas. pero no, nunca me he teñido las cejas, a eso sí que me niego, fíjate tú. me gustan mis cejas oscuras, me gustaban hasta cuando fui rubia platino. y me flipaban mis cejas violeta de fin de semana. años después las llevó igual una de las pavas de Al salir de clase (aunque supongo que ella sí las llevaba teñidas) y me pareció una poligénesis hermosa, porque ni se lo había visto a nadie antes ni lo he vuelto a ver)

y en un impulso que nunca tuve como castaña de ojos marrones, me he lanzado a la caza de azules, turquesas, aguamarinas, verdes cuanto más verdes mejor y naranjas y amarillos

y a jugar