domingo, 28 de septiembre de 2014

27 de septiembre - el día que hay que escribir

(aunque no te apetezca)

Maximo Gorki
propuso en 1935 que todo escritor, aspirante a, aficionado, espontáneo o anónimo narrara alguna vez un día de su vida, en concreto el 27 de septiembre. Lo hice hace dos años,  lo repetí el año pasado y lo vuelvo a hacer este año. Los anteriores fui más que puntual, lo escribí durante el mismo día. Este año escribo lo que fue mi día de ayer.


00:00 Preparo las cosas para por la mañana. pensaba hacer una cura de sueño, pero Mar me escribió para ver si podía ir a echar una mano en la recepción, así que voy a levantarme pronto. Para intentar tener buena cara. Estoy jodida y cansada y viceversa también. El día que acaba de terminar, 26 de septiembre, he hecho la primera parte del curso intensivo para ser instructora de pole fitness, que para los civiles, significa que puedo enseñar a la gente a ponerse en forma, y a hacer giros y figuras en una barra.

Si has leído mis anteriores 27 de septiembre, igual estás un poco descolocadx. La recepción de la que hablo no es la de aquel curro de azafata de mis anteriores años, no. Voy a tener que recapitular.

Cumplí 30 y mi promesa de no cumplirlos en aquel curro. Me despidieron en diciembre. Redujeron plantilla. Inmediatamente me teñí el pelo de color morado, y lo mantengo a día de hoy. Es precioso así, mi pelo. Llevo las puntas a veces verdes, a veces azules, a veces verdiazules, en toda la gama que comprende el plumaje de un pavo real. O de una mariposa. Me costó controlar el color. Al principio era muy rosa, y le añadí violeta y se quedó muy azul. Siempre salía azul en las fotos. He aprendido física del color. Con la luz amarilla del sol, el morado se ve más morado y rosa. Con la luz blanca de los sitios cerrados, se ve azul. Y cuando se pasa de azul, le añado rosa. No morado. Porque si añades morado también añades azul. Es mejor añadir rosa.

No me importa que me miren porque llevo el pelo morado. Me molestaba cuando me miraban y yo no sabía por qué carajo me miraban. Ahora es comprensible. Y me encanta mi pelo morado. A veces simplemente cojo un mechón y lo miro. O me hago una trenza. Las trencitas de colores son lo más.

Total, que me despidieron, me puse el pelo morado, me volqué en el pole dance, y tras muchas peripecias he comenzado a dar clases en la escuela que abrió que mi profesora, Mar.

También me he hecho autónoma. También voy a dedicarme a enseñar a la gente a leer las runas, y a interpretar sus manos (es decir, a ellos mismos).

Antes de hacerme autónoma, la cosa era que tenía unos meses de paro. Cuando vi que quedaban pocos meses, decidí que me iba a hacer autónoma y capitalicé lo que me quedaba de prestación, la cobré de una vez. Para esto tenía que demostrar en qué invertía la pasta. Y la invertí en una barra con podio increíble (mi Alfiler!) y en el curso de instructora de pole fitness, que era este fin de semana: 26 y 28 de septiembre. Y fue mi venganza poética: invertir lo que me quedaba del paro que me gané currando en un trabajo que no me aportaba nada, que me resultaba tedioso y una pérdida de tiempo, en lo que más me gusta.

Y entre medias, ahí aislado, solo entre dos días importantes para mí, el día que hay que escribir.

Tenía muchas esperanzas puestas en esta edición de un día en mi vida. Creí que iba a ser la leche, como venía siendo todo últimamente, y que todo iba bien, y unos días antes llegó la realidad. Con sus hostias en racimo.

Pero estaba diciendo que el 26 de septiembre por la noche, estaba mortalmente cansada después de una semana de lo más jodida y un día largo y duro en el curso de instructora.

Por la mañana, jornada teórico práctica. Mis compañeras son dos rusas super atléticas, monitoras de todo tipo de actividades de gimnasio; una monitora gimnasta rítmica y gimnasta a su vez, y dos alumnas fijas de la instructora que nos imparte el curso, que han venido de fuera, y al menos una de ellas es bailarina. Y la otra seguro que hace algo y no me he enterado. Soy claramente el paquete del grupo. La única que tiene unos empeines salvajes. La única que fuma.

Tengo que dejar de fumar, pensé después de la clase de cardio que nos imparte la instructora, a su vez bailarina de pole y de otras disciplinas aéreas.

De ahí nos fuimos a un enorme recinto ferial, donde nos impartían otra clase del curso y donde había exhibiciones de pole dance más tarde. Al día siguiente, 27 de septiembre, es el campeonato.

Vamos en metro las rusas, la monitora de gimnasia rítmica y yo. Son muy majas. Hablamos sobre todo de pole. Comemos sentadas en unas escaleras. Yo como bocadillo de atún con pimientos. Esperamos en la entrada una hora a que nos traigan los pases. El ruido dentro es brutal: es toda una convención de culturismo y fitness, y cada stand tiene la música a toda leche. Veo personas que nunca he visto por la calle. Descubro un subgénero de mujeres musculadas, hiperbuenorras ya de más y con cara bonita pero como de malísima hostia.

Y por medio metro no me llevo la hostia de mi vida cuando una piba se sube a una barra que está sin anclar, la tira y la barra cae a mi lado. Una barra de acero de tres metros y medio de largo, 48 mm de diámetro y unos 35 kilos de peso.

Y damos la clase a voces, y me viene la regla allí, 26 de septiembre, y combino los calmantes para el dolor con los antibióticos que estoy tomando para el flemón que me ha salido en esta semana de mierda.

Y las exhibiciones empiezan con hora y media de retraso y los que presentan no tienen micro y no se oye nada y se equivocan con las canciones y me quiero ir a mi casa.

Y me voy antes de que acaben. De camino al metro, a eso de las ocho de la tarde, hablo con Hor. No le he visto en toda la semana y estamos a punto de quedar, pero al final no lo hacemos porque tenemos complicaciones logísticas: él no puede venir a mi casa, y si yo voy a la suya, tenemos que madrugar y yo necesito dormir. Si hubiera sabido que el sábado iba a tener que ir al local, sí habría quedado con él.
Pero Mar me escribe a las 11:30 de la noche y yo quisiera hacerme la sueca pero no puedo, y le digo que allí estaré. Preparo cosas. La casa está hecha una leonera. Pensaba limpiar con la calma, cuando me despertara de mi cura de sueño. Da igual.

1:20 Pongo el despertador a las 9. Se me olvidó tomarme el antibiótico después de cenar. Ahora tengo que elegir entre el antibiótico para el flemón o el naproxeno para el dolor de ovarios. Elijo naproxeno.

6:45 Me despierta el dolor de ovarios. Es como un dolor de muelas en la tripa. No encuentro pastillas alrededor, en las mesillas. Y eso que intento dejar esas pastillas mágicas en varios sitios estratégicos. Miro la hora y no lo entiendo: ¿no me ha hecho efecto? En teoría no me puedo tomar otra hasta dentro de seis horas. En teoría, está en su momento cumbre de acción. Me levanto y busco. La gata me mira extrañada. Me la tomo y vuelvo a la cama. Tengo frío. No voy a poder dormir así. Me tengo que levantar para abrir el canapé y sacar una manta. La tiro por encima de la cama y me acurruco en posición fetal. El dolor no se va. No se va. No se va. No puedo dormir. Intento pensar en cosas bonitas. La última vez que miro el reloj van a dar las ocho.

Y suena a las 9:00. Me levanto. Jodida, dormida, dolorida y con una dosis inapropiada de analgésico en el organismo. Me tomo un café, aunque ahora que lo pienso un café no es lo mejor para el dolor de ovarios. He vuelto al café. No tomo mate últimamente. Aunque siempre pienso en volver a él. Cualquier día de estos. Me lo tomo. Busco algún tentempié para llevarme. Me ducho y me lavo mi melena morada. La seco con el secador, lo que me lleva un rato. Salgo de casa cuando van a dar las once.

Y llego a las doce menos cuarto al local de la escuela de Mar. Me dicen que traigo mala cara. Qué extraño. Hoy hay clases de prueba, para ver si se forman grupos nuevos. Y atiendo, con la mejor cara que puedo, a las chicas que llegan y se van, algunas rellenan sus fichas de nueva alumna, otras pagan y hago los recibos, no queda cambio y voy a buscarlo. Algunas chicas comentan las exhibiciones de ayer y el caos de la organización. Algunas van a ir esta tarde. Yo quería ir, pero se me está complicando el día. No voy a salir pronto de aquí, y va a coincidir con el descanso del campeonato, e ir por la tarde, con el retraso que están llevando, supone no poder cuadrar para ver a Hor. Y no deja de dolerme la tripa en toda la mañana. Así que al final decido que no iré a ver el campeonato.

A eso de las 15 salgo del local, y a las 15:30 salgo del metro de cuatro caminos y compro unos pimientos rellenos de bacalao para comer, porque se me ha hecho muy tarde y no tengo nada preparado. Camino hasta casa, doy de comer a la gata -siempre ella primero- y a eso de las 16:00 estoy comiendo.

Hablo con Hor. Quedamos en que pasa a buscarme él y nos vamos a su casa, en un pueblo cerca de Madrid. Tampoco es su mejor semana. Los rumores y la incertidumbre planean sobre su curro periódicamente, y esta semana toca.

Recojo y doblo y guardo la ropa tendida. Friego cacharros. Paso la mopa. Cambio la arena de la gata. Me paso la silk epil. Preparo la ropa que tengo que llevarme, porque el domingo me lleva Hor de su casa al curso, que es al lado de su trabajo...porque le toca trabajar en domingo. Y me pongo unos leggins con flores y una sudadera azul.

20:00 Hor viene a buscarme. Estamos cansados y con pocas ganas de nada. Pues eso: un ambiente chungo en su curro. Muchos días currando. Un trabajo de final de master a punto de presentar. Yo, con mis propias movidas. Estamos cansados del mundo. Paramos en una pastelería y compro pan, una palmera de chocolate y un trozo de tarta de queso con nueces. Es día de concederse algún capricho.

Llegamos a su casa y nos recibe la enana, esa gatita que venía para una noche pero se ha quedado para siempre. Suelto las cosas. Bebemos algo. Fumamos. Me preparo un baño con aceite mientras él deja que una exquisita sopa se cueza a fuego lento. Mientras se llena la bañera, llamo a mi padre, que está haciendo el camino de Santiago por cuarta vez. Y a mi madre, que está sola mientras mi padre está de peregrino, por cuarta vez, y no voy a poder ir a comer con ella este fin de semana. Mientras me baño, leo el manual del curso y trato de preparar mentalmente la media clase que tengo que dar a mis compañeras mañana. Y no saco mucho en claro. Me paso un buen rato en remojo. No pensar no pensar.

Luego cenamos queso y un plato enorme de sopa que le sale tan tan bien. Yo no he hecho los deberes. Y son casi las 11. Y decido que voy a madrugar mucho y a darle el último empujón a eso ya mañana. Que hoy ya no tengo ganas. Ponemos una serie en el ordenador y nos tiramos en el sofá. El calorcito me puede. Me despierta cuando se acaba el episodio y vamos a dormir.

Ha pasado el día. Un año más. O uno menos.

(y lo hubiera escrito de otra manera)

miércoles, 24 de septiembre de 2014

polvos con eco

son los que se rememoran
una y otra y otra y otra y otra y otra vez.
polvos con eco.
sirven para masturbarse incluso meses después
orgasmos en diferido
polvos con eco, sí.

(lo pensé anoche, ya en la cama,
a punto de dormirme
pensé no se me puede olvidar.

buenachica,
malaperra)

martes, 23 de septiembre de 2014

desencajada

"incómodamente cómodo en cualquier lugar,
en cualquier lugar cómodamente fuera de sitio"

 (Hovik)




encajar
una vez más
el tránsito necesario
hacia desencajar
siempre
una vez más
una no se acostumbra
a desencajar
cree que esta vez sí
pero no
no se acostumbra pero
bueno, lo acaba encajando

el poeta dijo ¿quién conoce el baile de la mariposa?

pues yo

yo conozco el baile de la mariposa

miércoles, 3 de septiembre de 2014

hoy por ti, mañana por mí

mañana tal vez por mí.

pero hoy escribo por ti

hoy escribo por ti que escribes por mí.
porque decides volver a coger un boli y escribirte. y escribirme para decir 'gracias, también fue un poco por ti'

hoy escribo por ti, para que te reescribas, para que te sigas desenterrando, para que broten alas de tus cicatrices. para que rimes contigo.

me has hecho volver a escribir (así que: ayer por ti, hoy por mí)

para ti, que sólo tú sabes quién eres.

sólo tú sabes quien eres, C.