jueves, 28 de septiembre de 2017

el día que hay que escribir (sexta edición)

Máximo Gorki propuso en 1935 que todo escritor, aspirante, reconocido o anónimo, profesional o aficionado, narrase un día de su vida: el 27 de septiembre. Y esta, año 2017, es mi sexta edición ¿llegaré a conmemorar el centenario de esta idea? Me encantaría...

Estoy sumergida en un bañera llena de agua más que tibia, en un ático de Rivas Vaciamadrid.
He dejado a Hor en el salón viendo masterchef. Cuando duermo en su casa, rara vez perdono un baño. Y menos en 27 de septiembre. No sé si lo de bañarme es necesidad o es vicio, pero me encanta todo lo que tenga que ver con bañeras, baños, termas... agua caliente y poco profunda en general.

Por el borde de la bañera se pasea Ginés, el gatuno que nos trajimos de Murcia este verano. Tiene unos 5 meses, es precioso y cuando le vi en aquel chiringuito supe que era el hermanito ideal para la gata de Hor, que adoptamos hace cinco veranos. No sé si es ideal, porque desde que cogió confianza es pesadísimo y la tiene hasta el moño, pero es evidente que le ha sentado genial la compañía. Algún día Ginesillo crecerá y se calmará un poco y no le saltará al cuello cada dos minutos. Por ahora son mucho más entretenidos de mirar que la tele.

La Enana Joplin siempre acude cuando se ducha Hor, y por lo visto Ginesillo ha decidido acompañarme en mis baños. Ha estado a punto de caerse pero le da igual: sigue y sigue y sigue paseándose.  Varias veces olisquea el agua y estornuda, y vuelve a hacerlo una y otra vez. Si dejo de mirarle se pone a maullar. Es pesadísimo y genial.

Me paso una hora en la bañera. Salgo arrugada, voy al salón y llego justo para ver cómo expulsan a Carlos Baute. Me voy a dormir y Hor se queda escribiendo. Se acuesta tardísimo, yo tardo un rato en dormirme pero no le siento llegar a la cama.

Hemos puesto la alarma a las 8. Me despierto cinco minutos antes, porque siento pasos en la casa. Es Luz, la señora que viene los miércoles a casa de Hor para ayudarle con la plancha y la limpieza. Él apura en la cama un rato, pero yo me levanto, hago café y me lo tomo en el salón mientras Luz plancha y me cuenta un montón de cosas. Yo nunca duermo los martes aquí, así que nunca estoy los miércoles por la mañana, y apenas he coincidido una vez antes de hoy con Luz. Claramente está más despierta que yo, que sólo alcanzo a intentar ser amable. Es como cuando Hor se levanta y yo ya llevo dos cafés y estoy espídica y no paro de contarle cosas. Uf.

Cuando estamos listos, nos vamos a Toledo. Vamos a un casting de extras para la próxima peli de José Luis Cuerda. Me hace mucha ilu pero tenemos pocas esperanzas de que me seleccionen, porque los extras con pelo de colores son algo que ni recuerdo haber visto. Pero igual pillan a Hor.  En realidad le convencí para venir porque era el 27 de septiembre y así tenía algo guay que escribir en esta edición. Así fue: llegamos al centro social en cuestión, esperamos un poquillo pero no mucho, y pasamos al auditorio con bastante gente haciendo cola, en cuyo escenario te registraban y te hacían una foto. Me tocó la pegatina número 444. Resulta que la peli está ambientada en un postapocalíptico año 9177 y me el chico me preguntó mi disponibilidad y me dijo "es que...no sé, pero creo que te cogerán...tu pelo pega con el rollo postapocalíptico".

Mi pelo podría estar de moda dentro de 7000 años. Ahí lo dejo.

Nos echamos unas risas con la tontería. Y no encontramos ni un jodido bar abierto en los alrededores. Así que, como la cosa había ido genial, volvimos a Madrid. A pasar por mi casa para ver si nos daba tiempo a descansar un poco antes de irnos a currar.

En mi casa, Hor publicó esta nota tan bonita. Un juego dentro de otro juego. Pedimos comida china. Nos tumbamos un ratín lo que llegaba la comida. Tardaba. Tardaba. Tardaba. Tardó una hora. Cuando me despierto, Hor está llamando al chino a preguntar qué pasa y a los 2 min suena el telefonillo.

Comemos y él se va en seguida a su curro, yo me tomo otro café, hago cuatro cosillas en casa y las 15:45 estoy saliendo. Atravieso Madrid casi entero en metro y antes de las 17h llego a la escuela. Estoy limpiando un poco antes de abrir cuando llega Encarna. Mi antigua compi de piso, hermanita pequeña adoptada, y cuarto miembro fundamental en Pole&Roll. En cuanto subimos el cierre empieza el jaleo: vienen los niños para su clase de Pole Kids. Suena el teléfono. Entra gente a preguntar. A ser posible, todo a la vez. En un momento de paz, salgo a fumar con una alumna que es mami de un niño que viene a Pole Kids. Charlamos un poquito pero tengo que seguir con el curro de la recepción.

Llega Áurea, con su tripita incipiente que contiene a un futuro acróbata, seguro. Hablamos de cosas de la escuela. Está todo petado. Es muy fuerte. Necesitaríamos otra sala de Pole.

Hoy sólo doy una clase: es mi día más relajado. A un grupo de alumnas muy nuevas. Todavía están flipando mucho con todo. Hacemos algunos giros, escalamos, salen cosas. Siempre salen cosas bonitas. No me he cansado. Todavía no me he cansado. Me sigue flipando explicar, enseñar, compartir el secreto de volar. A veces se lo veo en la cara. Desde la primera clase. Que ya están atrapadas y que no lo podrán dejar. Que les acaba de dar un vuelco el alma como me pasó a mí. Me miran y flipan como yo cuando miraba a mi profe. Esas primeras veces que ves Pole en directo. Cómo olvidarlo: es muy mágico. Ver a alguien volar con naturalidad, que parezca que no cuesta. Yo a veces pensaba que sólo por ir a ver a mi profe hacer las cosas, ya valía la pena pagar la clase.

Así que es una clase muy amena y salen contentas y me quedo en la recepción otro rato de puto no parar. Y cuando son las 21:20 me voy a buscar a Hor a la salida de su curro. No solemos llevar tantísimo trajín pero lo de Toledo nos ha descuadrado el puzzle que hacemos cada semana para compaginar casas, gatos, vernos, querernos. Y esta noche volvemos a su casa. Iba sobradísima de tiempo, pero el primer metro no admitía viajeros, y el segundo se paró mucho rato en Villa de Vallecas por un problema técnico, así que al final llego justita. Bendito pero puto metro a veces.

Cenamos comida china de la que sobró a mediodía. Vemos 'Quien quiere casarse con mi hijo'. Lo que yo clasifico como telebasura de calidad. Me hace mucha gracia, pero también estoy muy cansada, hemos dormido muy poco y trotado mucho, y voy a despedir el 27 de septiembre otra vez en la bañera.

Ginés viene a hacerme compañía. Y ya entiendo lo de ayer.  No olisqueaba el agua: quiere beber, pero como está caliente no le gusta. Pero vuelve a probar. Por si se ha enfriado, supongo...

Se acaba el 27 de septiembre.

Anexo: Me tomo el espidifen que me había reservado para una posible urgencia de madrugada. Porque una muela me lleva doliendo un par de días y hoy ha ido a peor. No lo he dicho hasta ahora para que no me jodiera el día, que ha estado muy bien. Pero me duele, y me sube el dolor mientras me baño. Me doy masajitos en mi pobre cabeza de bruxista y me duele todo. Supongo que se junta una cosa con la otra. Justamente esta medicina y no otra, me hace un efecto instantáneo. Y espero que me dure el efecto toda la noche, porque el 28 va a ser un día largo. Nos vamos a la cama y tengo por delante 8h 32 min., dice la alarma. Ha sido un 27 de septiembre muy digno, Gorki.

(pero eso fue antes de despertarme del dolor, pensando que serían las 7 o las 8, y eran las putas 2:30h. antes de irme a rumiar mi miseria al salón, y que me acompañara Ginesillo con ganas locas de jugar, mordiéndome los dedos y cazándome sin parar, antes de pasarme hora y media sin saber qué hacer, dando vueltas en el sofá, con el dolor disparando rayos desde la muela jodida a la inserción de la mandíbula, a las muelas de abajo, a la sien, al ojo. una mano gigante y cabrona apretándome la cabeza por dentro. pero esa es otra historia)