martes, 28 de septiembre de 2021

27 de septiembre - Especial Décima Edición - La Nueva Anormalidad

Y van diez años, que se dice pronto. Todo porque en 1935, el escritor ruso Máximo Gorki propuso que toda persona presente o futura narrase un día de su vida: en concreto el 27 de septiembre. Es "El día que hay que escribir"

Y cuando dan las 00:00, estoy con Hor viendo "El juego del calamar" en el salón del chalet donde nos hemos mudado este verano, en Rivas. Lo del chalet fue una oportunidad que había que coger al vuelo y estaba decidido desde enero. 

Antes de eso, en diciembre, mi amigo Darek me invitó a ir a un tarotista vecino suyo. Fue la primera vez que me leían el tarot y salieron  un montón de cosas, algunas de ellas complicadas y otras sin sentido, que fueron teniendo mucho sentido con  los meses y se han ido cumpliendo poco a poco para mi sorpresa y a veces resignación. 

Nos vamos a dormir a la buhardilla, que es un poco mi territorio en esta casa y que iba a ser también el de Tití. El año pasado, al final en noviembre volví a mi casita después de meses confinada en casa de Hor.  Volví con Tití a mi barrio, al bullicio, al centro, a mi vida. Fueron unos meses bonitos, de nuevo en la madriguera diminuta ella y yo. Ahí pasamos Filomena y lo que no sabía que serían los últimos meses de Tití conmigo. Es lo más jodido de este año y lo más triste desde que escribo El día que hay que escribir: no hay ronroneos de Tití este año. Dejó de comer el 1 de agosto y murió el 7. Esos días tenía que haber estado haciendo maletas para la mudanza pero todo quedó en paréntesis por estar con ella día y noche y no perturbarla. No dejó de ronronear ni de salir a pasear por la corrala hasta el último día, hasta sin fuerzas.

Es complicado que los humanos aprendamos de la brutal dignidad de los gatos para morir, para no apegarse a una vida que dan por terminada. Yo le daba las gracias por haber sido mi gata y la lamía con mis lágrimas. La mañana que murió le susurré "avisa cuando llegues, para saber que has llegado bien" y esa misma tarde me dormí (no habíamos pegado ojo en toda la noche, ni ella ni yo) y la soñé dormida, súper a gusto, y como si la viera a través de un  cristal de colores, que se reflejaban en su lomo blanco. 
Y fue más que un sueño y supe que había llegado bien. 
La enterré junto a un madroño, en la tierra donde nació. La enterré con sus juguetes favoritos para que persiga avellanas en la otra vida. Y la he echado de menos constantemente, a todas horas, como si una parte de mi cerebro realmente fuera ella y estuviera configurado para buscar su mirada y su ronroneo, estar pendiente de su bienestar. Como si me faltara mi hermana gemela. Sólo me alivió un poco su ausencia tatuármela en el brazo. Para poder verla a todas horas. 

Yo no odié a 2020. Me cae mucho peor 2021, la verdad. Con un montón de expectativas rotas en pedazos, con broncas en la escuela, desengaños, pérdidas. Con el hecho de dejar atrás la que ha sido mi vida tantos años, mi casa diminuta donde fui tan feliz. 

Me gusta esta casa nueva, tan grande, con tanta luz, con su jardín y su piscina y sus infinitas posibilidades. Yo no he firmado la hipoteca pero el precio para mí también ha sido alto. Me ha costado y aún me cuesta, aunque haya sido mi decisión, empezar esta nueva etapa en una ciudad pequeña, donde conozco a muy poca gente, volver a conducir después de tantos años, renunciar al bullicio, a las miles de fruterías, a las tiendas de alimentos del mundo, al metro a 2 min de casa, a Madrid centro. Han sido tantos años que esa ciudad era parte de mi identidad. Y aún no sé bien quién soy a partir de ahora, en esta nueva vida. 

Sí hubo vacunas, aunque no milagrosas. Sí volvimos a abrazarnos, yo nunca había dejado de hacerlo. Se acabó el toque de queda, el confinamiento perimetral, las cuarentenas. No se acabó la mascarilla, ni la desconfianza como nueva anormalidad. Ni las pesadillas. Ni la amenaza sutil y permanente de que todo se puede ir a la mierda de un momento a otro. 

Desayuno. Hace meses que no fumo. Hor estudia, tiene examen el jueves. Así que hago yo la comida, macarrones con tomate y heura. Comemos, me acerca a la escuela porque vamos con prisa y si vamos con prisa prefiero que conduzca él. La otra socia de la escuela nos ha citado a Encarna y a mí para hablar un rato de cosas de la escuela. Pronto será halloween. Cuanto terminamos, contesto un montón de whatsapps de alumnas y gente que quiere apuntarse. La escuela está a reventar y es el primer año que no tengo una gran ilusión por ello. Curro un rato en recepción, después me toca dar dos clases. 
Eso lo sigo disfrutando, aunque tengo que reconocer que cada vez me pesa más el cuerpo y la mente. 

Estoy montando un taller de cosas de vidrio aquí en la casa nueva y pretendo darle duro a ello este año. 
La semana que viene empiezo un curso de joyería y otro de restauración de muebles. Me hace ilusión crear cosas con las manos. 

No alcanzo a imaginar mi vida el año que viene por estas fechas. Igual que no imaginaba cómo sería mi vida este año por estas fechas. Creo que en diciembre iré de nuevo a que me lean el tarot. Sólo para estar medianamente prevenida. 

Termino las clases, Hor me recoge y yo conduzco hasta casa. Cenamos tortilla que me dio mi madre el fin de semana. Vemos First Dates. Le pido que me haga trenzas. Y dan las 00:00.