miércoles, 18 de septiembre de 2013

conversaciones con la yaya (II)

Hace dos semanas fui a comer con mis padres y estaba con ellos mi yaya.

-¡Hola, yaya!
-¡Hola, bonita! ¡Hay que ver qué alta eres! Y qué guapa, ¡menudos ojos tienes!
-Los tuyos, yaya. Tus ojos tengo.
-¿Soy tu yaya?
-Sí, acuérdate, ¿quién soy?
-¿La Manolita?
-Casi, casi. Esa es tu hija. Yo soy tu nieta. ¿Cómo me llamo? Va... le...
-¡Valeria! Es verdad, es verdad... ¿Y ya te has casado?
-No, yaya, no me he casado.
-Bueno, yo tampoco...
-¿Que no? ¡Tú ya estuviste casada!
-¿Yo?
-Sí, con tu marido. Pepe se llamaba.
-Ah, sí...mi marido se llamaba José.
-Pues eso... José, Pepe; es lo mismo.
-Y sería bueno ¿no?
-Sí, era muy bueno.
-Eso digo yo, porque si no... le hubiera mandado a tomar por... ya sabes lo que dicen...
¡por culo! (y nos reímos)
-Tal cual, yaya. Buen consejo.
-Sí, tú échate uno bueno. Si no es bueno, le mandas con su madre y que le aguante.
-Eso haré, yaya.
-Yo es que ya soy muy vieja. Me voy a morir pronto.
-Qué va. ¡Si eres la Peque!
-Uy, mira lo que pone ahí: 'Guadalajara'
(lo ponía en la camiseta que llevaba mi hermano, sentado a una distancia sorprendente)
-Sí que ves bien, ¿eh, yaya?
(91 años y una lista larga de achaques. excepto en los ojos. la vista perfecta. perfecta.)
-Aguarda, hija, que voy al baño.

Y le dijo a la del espejo:

-¡Eh, tú, fea! ¡hay que ver qué vieja eres!

Y se partía de risa.

He tratado bastante con gente mayor y nunca vi una demencia como la de mi yaya. Hay gente que se pone triste y no le falta razón. Que se frustra, que se deprime. Que llora. Que se enfada. Que se pone agresiva. Que se pone verde. Nunca vi una demencia como la de mi yaya. Como si al perder la memoria hubiera perdido también la parte que le cohibía para hacer bromas, para ser graciosa, para reírse de ella misma. Mi yaya siempre fue una mujer discreta, prudente, formal, normal. La demencia le quitó muchas cosas, muchos recuerdos, pero nunca la vi sufrir por ello. Le dio por tomárselo a risa y por esperar la muerte como quien espera el autobús. No digo que no haya sido duro. Pero ha sido mucho menos duro de lo que podría haber sido. 

-¿Ya te vas?
-Sí, yaya, me vuelvo a Madrid.
-¿Tan lejos?
-Sí, yo vivo allí.
-¡Guapa!
-¡Tú más!
-¿Me quieres?
-Mucho.
-Y yo a ti.

Y me dio una ristra de besos. De esos que sólo saben dar las yayas.

(fue la última vez que la vi. la última conversación con mi yaya. una semana después, sus ojos con vista de águila se cerraron. Eugenia era el nombre de mi yaya. aunque nunca nadie que la conociera la llamó así, porque ella siempre fue la Peque. pero se llamaba Eugenia, que significa 'bien nacida'. y lo fue.)