jueves, 12 de octubre de 2023

El día que hay que escribir - duodécima edición

Un año más, y esta es mi personal duodécima edición, sigo el juego a Máximo Gorki, que en 1935 propuso que toda persona presente o futura narrase un día de su vida: el 27 de septiembre. "El día que hay que escribir"

Dan las 00.00 y estoy con Hor en el sofá, viendo Comerse el mundo con Peña, en concreto Gotemburgo. Nos gustan los programas de cocina pero claramente a él más que a mí. En este coincidimos porque tiene  parte de viaje, de comida callejera, de alta cocina y de anécdotas y curiosidades. No duro mucho porque estoy medio chunga, esta tarde me empezó a doler la tripa en clase y aguanté como pude -show must go on- pero parece que tengo un virus express de esos que te hacen irte por la patilla y apenas he cenado una sopa de miso y un par de manzanas asadas.

Voy a dormir en la buhardilla y Hor en la habitación de abajo, por si acaso tengo una noche complicada. Pero no va del todo mal. A la una y pico los gatos suben haciendo carreras porque Ginés es un hijoputa y le encanta perseguir a la Enana. Y yo visito el baño un par de veces antes de las 2, hora a la que me duermo, y por suerte no duermo muy mal. 

Me despierto a eso de las 10. Horacio por ahí también. Seguimos sin ser de los que madrugan. Es lo que tiene currar de tarde y no tener hijos. Eso sí, hoy él se va al gimnasio y yo no, que estoy muy floja. Nos apuntamos en agosto como gran novedad en nuestra vida. Hor corre en la elíptica y luego nada en la piscina. Yo voy a alguna clase colectiva que sea durilla, tipo body pump, y luego me voy al spa. Gracias a esto en septiembre no me costó demasiado la vuelta a las clases. Hice yoga todo el año pasado y me encantó, pero ahora el cuerpo me pedía más caña y fuerza bruta. Hor ha dejado la uni (por la puerta grande) y este año su plan es volver a hacer deporte y cuidarse. Que ya vamos teniendo una (respetable) edad. Yo voy a cumplir 40 en unos meses y parece que fue ayer cuando iba a cumplir 30. Es lo bonito de tener tantas ediciones del día que hay que escribir.

Creo que me achantaban más los 30, la verdad. Estás saliendo de los 20 y te crees que se acaba lo bueno y que ya todo va a ser cuesta abajo. En mi crisis de los 30 me apunté a hacer pole y me fue genial. Para los 40, tal vez llevo todo este año medio en crisis pero eso sólo lo veré mejor con la perspectiva de los años. El caso es que la mayoría de las cosas me la sudan mucho más, y creo que eso es una señal de hacerse mayor o de madurar: antes muchas cosas me importaban, pero poco, y ahora pocas cosas me importan, pero mucho. Ya rara vez siento ansiedad. Como mejor, duermo mejor, sufro menos, casi todo me la pela, y creo que mi niña interior se pone contenta al ver en quién nos hemos convertido. 

Me importa tener tiempo para mí, cuidar a mi familia, cultivar intereses dispares e incluso absurdos, cuanto más inútiles mejor. En la medida de lo posible seguir mis propias normas, que hacen de mi mundo un sitio bastante coherente en sí mismo y en sus mecanismos, y gustoso de habitar por mí.
 poco. Cuando salgo lo doy todo, pero me he vuelto casera desde hace años, porque mi casa me encanta (no solo ahora, cuando vivía en mi madriguera diminuta también) y la vida social me agota la batería. 

De manera que hoy no voy al gimnasio para no forzar mi cuerpo, hoy víctima de la flojera, y me quedo apañando un poco la casa. Desayuno matcha latte, qué cosa más hipster y qué rica. Me sienta mucho mejor que el café. Saco tres cartas de tarot, costumbre que he mantenido todo este año. Y hoy salen la Sacerdotisa, el caballo de oros y el cuatro de bastos.  Luego, cuando subo a ducharme, los gatos suben conmigo porque es el momento de juegos y de comer barritas de premios gatunos. Esto es así cada día, sin falta. 

Me bañaría en la pisci pero por lo mismo que no he ido al gimnasio, hoy no lo hago. El agua ya está bastante fría. Ayer me bañé, y mañana también lo haré. Mañana será mi despedida de la pisci por este año. Porque mañana por la tarde me tatúo, (una interpretación de la carta de la Fuerza, en la pierna) y no me podré sumergir en 15 días. 

Voy a ver al vecino porque ayer le dejaron un paquete que iba para mí, pero no estaba en casa. Son cervezas Liefmans Fruitesse , una cosa riquísima que me flipó en Amsterdam hace años y el otro día tuve el caprichazo de encargar. No las puedo estrenar hoy por mi tripa floja, pero este finde me daré un homenaje.  

Hor vuelve del gimnasio, trabaja un rato en el jardín (que da muuucho trabajo) yo riego mi Strelitzia/Ave del paraíso, regalo de Fa, que me ha tenido en vilo este verano porque se puso pocha pero milagrosamente está sobreviviendo y echando brotes. Y después comemos. 

Patatas cocidas y tofu para mí. Nos vamos a currar. Hor me deja en la escuela y respondo whatsapps, organizo mi cuaderno de clases, me tomo una manzanilla con miel. Puta flojera. 
Llega Encarna, charlamos un rato, comienza el bullicio en la escuela. 

Doy clase a las niñas, después doy clase a las teens, luego tengo un rato en la recepción y por último, un grupo de adultas. Y ahí sigo. Es nuestro noveno curso en la escuela, y lo hago lo mejor que puedo. Ha sido un año de bastante crisis para mí en lo que pole se refiere. No hace falta entrar en muchos detalles, pero diez años ya haciendo pole, la mayoría de ellos dando muchas clases en lugar de recibiéndolas, acaban haciendo mella en el progreso. Por lo menos en el mío, que no encuentro energía o ganas para entrenar muchas más horas. Me gustaría mejorar. Y es algo que no se consigue simplemente deseándolo, hay que mover el culo y tener agujetas, muchas agujetas. Lo sé y voy despacio, porque voy lejos, como los caracoles de nuestro jardín. Pero sí, diría que esa ha sido la crisis de este año. Como todo ciclo que se precie, hace diez años empecé a hacer pole y me cambió la vida, ahora miro atrás y me encantaría encontrar esa sensación de empezar, de descubrir, de divertirme haciéndolo.

En otro orden de cosas, el año pasado el evento Neuri me cambió los planes de hacer el camino de Santiago con mi padre, que íbamos a hacer en octubre. Finalmente lo hicimos en julio, desde Ponferrada, y me encantó. Ahora quiero hacer más. Eso ha sido de lo más bonito de este año 39 de mi vida. 
Por otro lado, hablando de Neuri, de un total de dos angiografías de control que deberían haberme hecho, me han hecho un total de cero. Pero sigo viva y bien, así que tampoco me puedo quejar demasiado.

Hor me recoge a eso de las 22:15h, llegamos a casa,  los gatos cenan, yo me voy directa a la ducha porque estoy destemplada y quiero lavarme el pelo. Me noto algo febril  y el termómetro marca 37,1. Que para mí, bicho de sangre más bien fría, es un gradito de fiebre. Cenamos puré. Vemos otro Peña. Me apetecen unas pipas, señal de que voy mejor y estoy venciendo al bicho. 
Y antes de la 1 nos vamos a dormir, hoy sí, juntos. Un 27 de septiembre más. 

Escribí todo esto el 28 de septiembre, y lo dejé guardado en borrador hasta hoy, 12 de octubre. Mi tatu quedó precioso y ya está curado. Y en este otoño inusualmente cálido (llovió unos días en septiembre y desde entonces todo  ha sido sol y calor) hoy me bañaré en la piscina. Me encantaría llegar a  noviembre bañándome. Este año o cualquier año.