de manera que durante la posguerra y la época más dura de las cartillas de racionamiento mi abuela, que era muy delgadita, se ponía un vestido ancho y se recubría el cuerpo con fajos de harina bien disimulados, que compraba de estrangis para hacer fideos y luego venderlos también de estrangis.
así, cual traficante, hacía cada día el viaje entre madrid y guadalanada. acojonada porque si te pillaban te rapaban la cabeza.
y pensar que yo me rapé a mí misma. yo, mi amiga, mi enemiga, mi guardiana. quien entiende mis razones y me juzga, si desnuda me sorprendo recubierta de fajos de sentimientos que no deberían estar ahí.