Cuenta la historia que la discípula más aventajada de Diógenes de Sinope, Hermíone de Esparta, estaba iniciando a su rico amante en la filosofía cínica (del griego 'perro', sobrenombre que les fue adjudicado con desprecio y que ellos adoptaron con orgullo) cuando éste le preguntó qué regalo en el mundo deseaba, por exótico y valioso que fuera, para honrarla y que fuera aún más feliz. Recordando las palabras de su maestro, Hermíone respondió:
-Sólo quiero que te apartes del sol...-y quedó un momento pensativa-; sí, que te apartes del sol y que me folles.