vuelvo de pasar unos días en la ciudad que ahora entiendo que llamen eterna.
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fui directa a poner nieve a los pies de Giordano Bruno |
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como se puede observar había chuzos con más puntas que la estrella del alba |
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me reencontré con mi amado, Eurípides Maromus Máximus |
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me tomé un café en San Eustaquio |
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la belleza me fue llevando a bandazos. una parte de mí se quedó aquí dentro, en un pliegue del manto de la sibila Delphica |
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le di un besazo al creador de tal maravilla. creo que le gustó. mira qué carita pone. |
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lobitas capitolinas |
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el Jardin de los Naranjos, lleno de naranjas y nevado |
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con vistas a San Pedro, a Roma en general, al Tíber |
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en un entorno tan idílico, qué menos que agarrarme este maromo que pasaba por allí. era italiano, lo podéis ver por el gesto de la mano |
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pero al final fue él quien me ligó a mí. a leerme Oda a un Ruiseñor delante de la tumba de Keats, ni más ni menos, que me llevó el maromo ¿quién podría resistirse? |
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te mandaré una postal le dije*.
*zoccolette, en romano: guarrilla, putilla, o ratilla, en un ambiguo significado similar a zorrilla y putilla en castellano.
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