-Hoy tienes una palidez excepcional, bella mía. ¡Qué belleza, qué incomparable e irrepetible belleza!
-Sin embargo me encuentro mal, mi señor. Llevo muchas noches sudando frío, tosiendo en las mañanas, y el cuerpo me duele todo de una manera vaga pero constante. Me encuentro débil. Siento que deberían avisar al médico. Pero todo el mundo me repite que estoy muy bella, que me invento mis síntomas, que son caprichos de musa. Pero os juro que me duele todo.
-Es como dicen, seguro. No puede una criatura tan bella estar enferma. Luces como uno se imaginaría a la mismísima Virgen, a Beatrice, a la Belleza. Lo más probable es que necesites descansar y...
-¡No! Eso es lo que dicen todos. Así que dejaríais que muriera. Dejaríais que muriera si es preciso, con tal de observar si eso es bello, si mi cara muerta os sugiere una amable Virgen o una alegoría nueva. Y yo quiero que alguien avise a un médico de una maldita vez, y que dejen de decir que soy bella y que soy la gran musa y no se qué. Ya está bien. Me voy a morir ¡Queréis dejar de pintarme de una vez! ¡Me pintaréis en el lecho de muerte, desalmado!
-Es que no lo entiendes, Simonetta -dijo, sin dejar de pintar-, no debes preocuparte por cosas como la muerte. Tú nunca morirás.
*O sólo otra hipótesis más sobre la muerte de Simonetta Vespucci.
El cuadro es, por supuesto, de Botticelli. La imagen es de aquí.