hoy por la mañana. a eso de las diez.
al subir al autobús veo la rosa de papel. es espectacular. y está clavada ahí, en un huequecito de la máquina que expende los tickets a los viajeros.
aunque doy los buenos días y comienzo a caminar hacia el interior, no: me giro y me quedo mirándola. la habrá hecho él me pregunto, claro que la ha hecho él.
queda preciosa ahí. y no me puedo contener. me encantan las flores de papel.
ahí van mis primeras palabras del día:
-perdona, ¿te importa si hago una foto de la flor?
-no, claro, pero mejor que hacer una foto es que te la quedes. te la regalo. toma, para ti.
y me la da.
-y no hay que regarla, es lo bueno que tiene. son muchas horas aquí...hay muchos tickets...tanto papel desperdiciado...
yo le felicito por ellas y bueno, mi trayecto era largo y no le quería ir dando la chapa, así que me fui hacia el fondo. con mi rosa de papel. más chula que un ocho. y la gente sonreía. yo creo que también querían una.
luego, antes de salir, volví a darle las gracias. y me dijo:
-me alegro de que te guste. no es nada, en realidad. mira: ya he hecho otra.
y sí, estaba ahí, otra casi igual prendida de la máquina expendedora de tickets. una pasada.
-con lo que me gusta hacer el capullo, no sé que hago aquí.
-bueno, no sé. puedes hacerlo en más sitios pero aquí también está bien. a mí, por ejemplo, me has alegrado el día.
y he ido a hacer mis -infructuosos- papeleos, mostradores ventanillas y despachos con mi rosa de papel en la mano. pues sí. mucho mejor.