sábado, 11 de octubre de 2025

27 de septiembre - el día que hay que escribir (decimocuarta edición)

 Máximo Gorki propuso en 1935 que todo escritor, aspirante, reconocido o anónimo, profesional o aficionado, narrase un día de su vida: el 27 de septiembre. El sábado 27 de septiembre de 2025, es mi decimocuarta edición (aunque lo escriba con bastante retraso) 

Me despierto a las 9:30 de muy mala gana porque Horacio ha roncado como un oso, cosa que le ocurre cuando bebe y fuma. No me traje tapones. Estamos en Murcia, en casa de unos amigos muy queridos a los que llamamos primos. Siempre intentamos bajar al menos una vez al año, y esta vez la excusa era recoger un sillón chulísimo que Hor encontró en wallapop para regalarle a Encarna por su cumple y para nuestra nueva escuela. 

¿Nueva escuela? Sí, nueva a estrenar. 2025 llegó arrasando cual dana y se llevó por delante a Pole&Roll, nuestro segundo hogar de los últimos diez años. Los dueños decidieron sacar el local a la venta, el precio era de locos (la cosa inmobiliaria está por explotar) y por resumir mucho: Encarna y yo encontramos otro local que nos cuadraba y montamos nuestra escuela. Se llama Pole del Kas. Hoy, 10 de octubre, nos entregan la obra terminada y si todo va bien, abriremos el 20 de octubre. Entre medias, muchas cosas de adultos: constituir una empresa, pagar a notarios, solicitar mil veces las cosas al fondo buitre que es nuestro casero, explicar mil veces lo mismo, insistir hasta ser pesada porque si no pasan de ti, pedir créditos, hacer un seguro de vida, firmar y firmar mil documentos, enterarse de qué va la vaina, sentir que nos timan casi todo el rato, encontrar las acometidas, pagar impuestos, muchos impuestos. 

Pero también: ser socias de nuestro propio negocio, tomar nuestras propias decisiones, mantener los ánimos arriba, confiar en el proceso, sentir el apoyo de la gente que nos aprecia, que nuestras familias nos ayuden, que nuestras alumnas nos esperen, decidir nuestros colores, diseñar nuestro próximo hogar, pasar fatiguitas con gusto, ser nuestras propias jefas, poner todo el tofu en el asador. Firmar el contrato de alquiler mientras suena "Nada que perder" del Robe. Ir a brindar al bar de al lado y que tengan cartas de tarot en las paredes. Que las runas nos sean favorables. Encontrar la mejor jefa de obra del mundo.

En estas estamos desde abril, y el 27 de septiembre nos despertamos para ir a entrenar a Polémicos, yo casi no me tengo en pie: me dormí cerca de las 5:30. No me sale ni un truco, pero nos lo pasamos como enanas. Estoy desentrenada pero sé que en cuanto abramos la escuela y empiece a rodar, cogeré el ritmo de nuevo. Lo estoy deseando. El curso pasado fue muy productivo: entrenábamos para divertirnos y me lo pasé muy bien. La noticia del cierre llegó justo después de mi 41 cumpleaños y no me lo pensé a la hora de buscar alternativas: quiero decir que me siento con ganas y fuerzas para dedicarme a esto hasta que me jubile. En nuestra propia escuela, eso sí. La alternativa, si todo se ponía muy feo, era hacerme maestra vidriera. No me parecía mal tampoco, pero se ve que no era el momento. 

Remonté. Acabo de leer el 27 de septiembre del año pasado, estaba jodida. Poco después fue el Cuarentazo: una juntadera de todos los amigos del cole en Valladolid, por sorpresa, que organizaron nuestras parejas. Fue genial (amo las sorpresas, y este grupo de amigos se siente familia) y visto en perspectiva, ese chute fue un punto de inflexión en mi ánimo. Y por supuesto, ver a mi padre mejorar. No está como estaba, pero más o menos. La enfermedad le afectó a los pulmones y lleva oxígeno 24h, no puede hacer esfuerzos, cualquier cuestecita le hace polvo. Pero su espíritu sigue intacto. Y eso es una alegría. Pudimos celebrar su cumpleaños, pudimos celebrar sus bodas de oro, cuando nos despistamos agarra la motosierra y se pone a podar (con una silla al lado para descansar) Damos gracias a la vida. Qué bien que hicimos el camino de Santiago juntos. Este verano hice un tramo con Hor, e irle contando por dónde íbamos le hacía revivir sus aventuras. Porque él se salvó, y yo le debo una promesa a Santi.

Terminamos de entrenar, pasamos por el súper y comemos en casa de los primos. Nos echamos una siestecita y vamos a Molina de Segura, hay un festival de teatro y circo en la calle. Vemos un número de clown con portés y trapecio, muy chulo. Me compro unos tapones para los oídos. Pillamos unas latas de cerveza, vamos a ver a Grison Beatbox en una plaza y la actuación está genial. Luego volvemos a Murcia, cenamos algo, charlamos, reímos mucho. Nos vamos a dormir, yo feliz con mis tapones, duermo como un lirón. Se vienen semanas largas, duras y bonitas. 

Como la vida misma.