tengo que reconocer que el despertar precoz es mi favorito.
he pasado por todos, a temporadas. sin duda el peor es el de irme a la cama y no poder dormirme. se siente como tremenda pérdida de tiempo dar vueltas y más vueltas sin más propósito que dormir y sin lograrlo.
pero despertarme tras cuatro o cinco horas de sueño y ya no poder dormir tiene su encanto: sé que voy a estar jodida algunos tramos del día, pero me levanto, me tomo un café en mi escritorio, con la luz de la lámpara de tiffany tan bonita que encontré en wallapop y que no tiene sentido encender cuando es de día, leo, escribo, pienso, hago mimos a la gata y veo amanecer. me gusta ese rato en el que el mundo está tranquilo, en silencio, listo para estrenar.
no me agobio. sé que son rachas. una ya tiene experiencia como para saber que esto también pasará y volveré a dormir como un cesto. yo no me siento nerviosa pero algo, en mi sistema nervioso, sin duda está alerta. es todo lo que está por venir. las nuevas aventuras. no las sueño, no me da tiempo. las vivo.
mala perra
domingo, 12 de octubre de 2025
de todos los tipos de insomnio,
sábado, 11 de octubre de 2025
27 de septiembre - el día que hay que escribir (decimocuarta edición)
jueves, 3 de octubre de 2024
27 de septiembre - el día que hay que escribir (decimotercera edición)
Máximo Gorki propuso en 1935 que todo escritor, aspirante, reconocido o anónimo, profesional o aficionado, narrase un día de su vida: el 27 de septiembre. Este viernes, 27 de septiembre de 2024, es mi decimotercera edición (aunque lo escriba con retraso)
Cuando dan las 00.00 estamos metiéndonos en la cama, Hor en el piso de abajo y yo en el de arriba. Dormimos separados porque a él le toca currar de mañana y va a levantarse muy temprano. Es lo que nos permite esta casa grande, casi a lo Frida y Diego. Leo un rato "Estaré sola y sin fiesta" de Sara Barquinero y me duermo, me duermo muy bien.
Me despierto con Nadine haciéndome carantoñas, pasadas las nueve. Me levanto, desayuno matcha con leche de avena, saco una carta de tarot (el 6 de oros) hago mi rutina: les doy premios a los gatos, me ducho, hago la cama, ordeno la ropa de la habitación, limpio los areneros porque estos gatos cagan como tiranosaurios.
Es una mañana tranquila, podría aprovechar para hacer algo útil, como empezar a lijar otra silla del salón o hacer cosas de vidrio, pero estoy desidiosa y llevo así todo septiembre. Creo que el año no ha estado mal en general, pero el verano ha sido una mierda y todavía no me he recuperado.
Mi padre enfermó, parecía que era del corazón, que también pero ese resultó ser el menor de los problemas. Se debilitaba de día en día, no podía dormir, le costaba tragar, todo llegó a un punto muy desesperante cuando desde urgencias le mandaban a casa una y otra vez y el cardiólogo estaba de vacaciones y empezamos a pensar que iba a morirse y realmente no sabíamos de qué.
Hasta que dio con una doctora que le miró desde otra perspectiva, le ingresó, le diagnosticó (de polimiositis, una enfermedad autoinmune rara) y le salvó. Ese es el resumen, pero el día a día fue jodido y el hospital de Guadalajara, una película de terror. Aún así, cada atardecer a la hora de su cena yo subía la persiana para que contempláramos el espectacular vuelo de docenas y docenas de vencejos. Y vi cómo se iluminaba su cara cuando, al llevarle en silla de ruedas por el pasillo, le enseñé los nidos de aviones que había descubierto, todavía con polluelos. Y hablamos de la vida y de la muerte. Y él pensaba lo mismo que pensé yo cuando Neuri: si me muero no pasa nada, he tenido una buena vida. La putada es para los que se quedan. Y yo pensaba: si alguien puede salvarse es él, y si él no se salva es que nadie hubiera podido. Menudo es. Y se salvó.
A finales de agosto, con mi padre recién dado el alta, descubrimos que la Enana (nuestra gata, pero sobre todo de Hor) tenía un tumor de mama y no se podía hacer más que despedirnos y ahorrarle sufrimiento. Descansa en paz, Enanita. Fuiste una gata preciosa y la favorita de Hor para siempre.
Entre medias, averías y jodiendas varias. Empecé el curso sin ganas, ni de hacer pole ni de hacer nada. Y no he conseguido entonarme, la verdad es que sigo de bajona. Algo, llámale cortisol o susmuertos, se me subió y me provocó una recaída en el bruxismo, en la parálisis del sueño, en la apatía absoluta. Y sé que tengo que remontar, pero aún no he sido capaz.
Me pongo a ver La Sagrada Familia en Netflix. Hago una ensalada y trozos de heura para comer. Pasa el rato, Horacio llega tarde, sobre las cuatro y media. No ha comido, así que se prepara algo y le hago compañía. Y me dice: ¿Ahora qué hacemos? como me pare, me duermo.
Le propongo ir a comprar comida para los gatos y alguna cosa más.
Me confiesa: Oye, me he comprado un paquete de tabaco a medias con Saúl, del curro. Es para echarnos uno cuando coincidimos, nada más.
Y yo, que llevo tres años sin fumar, le digo: pues me vas a llevar a algún grow, a pillar hash de CBD. A tomar por culo. Hoy fumo, después de tres años, y encima me va a tocar escribirlo, porque es 27 de septiembre. Y además, te confieso que yo ayer pillé microdosis de trufas mágicas a un grow de Amsterdam, llegarán en unos días.
Se queda con el culo torcío.-¿Que qué?
-Es que hay estudios que dicen que van bien para mejorar el ánimo. Y yo estoy en la mierda. Y me niego a ir al psicólogo ni nada parecido, lo siento mucho. Llámame retrógrada. Pero esto lo tengo que solucionar yo misma y mi automedicación y mis mierdas.
Hacemos una ruta por tiendas varias, y todas están llenas de familias y niños gritones.
-¿En qué momento pasamos de irnos de fiesta a esto, un viernes por la tarde? Dice
-No me deprimas, joder. Al menos vamos a ir a por droga. Algo es algo, coño.
Y vamos al grow y todo está así como muy bien ordenado y el hash de CBD viene en frasquitos de cristal con su nombre y todo. Qué adelantos. Me siento muy novata.
Llegamos a casa, fumamos. Me sabe a rayos la mezcla con el tabaco y me arrepiento de no haber pillado hierba para fumarla sola. Yo qué sé. La costumbre. Pero me relaja, eso es innegable.
Follamos con ganas. Volvemos a fumar. Hacemos hamburguesas vegetas, están buenas que te cagas. Vemos algo de coña, pero no me acuerdo de qué. Dormimos juntos, hoy sí. Este mes se ha hecho larguísimo y con ciertas nebulosas a la vez. Sólo quiero remontar y que las cosas que me gustan, que yo sé que me gustan, vuelvan a importarme. Volver a tener ganas de hacer algo. Tener energía para entrenar, para quedar con alguien. Dejar de tener esta mierda de ganas de llorar y esta sensación tan gris de que todo da puto igual.
Y puede que hoy haya sido el día del punto de inflexión, el tocar fondo para empezar a subir.
Ojalá.
martes, 27 de agosto de 2024
ansi-edad
antes de los 30:
náuseas, vomitar por las mañanas, estómago cerrado, imposible comer, adelgazar tres kilos sin darme cuenta, fumar como un carretero
después de los 30:
atracones, comer sin parar, dulce salado dulce salado, el estómago como un pozo sin fondo, vapear porque ya dejé de fumar, engordar tres kilos y cuatro y cinco
sábado, 24 de agosto de 2024
mi padre enfermó
jueves, 12 de octubre de 2023
El día que hay que escribir - duodécima edición
Un año más, y esta es mi personal duodécima edición, sigo el juego a Máximo Gorki, que en 1935 propuso que toda persona presente o futura narrase un día de su vida: el 27 de septiembre. "El día que hay que escribir"
viernes, 24 de marzo de 2023
casi me peta el cerebro
Sé que es una frase hecha muy socorrida,