el verano de mis dieciocho años encontré trabajo como dependienta en una tienda de ropa en madrid. como no vivía en madrid pero mi hermana mayor sí, me dejó vivir en su casa mientras ella estaba todo el verano fuera. así que ese verano viví sola y aprendí que es un coñazo tener que hacer la comida todos los días.
también aprendí que la jornada partida te come la vida.
mi horario: de 10 a 14 y de 17 a 20, aunque rara vez salíamos a las 20. a las 19,55 siempre entraba gente a mirar, y generalmente terminábamos saliendo a las 20,30 o así. trabajábamos el sábado completo, y el domingo por la mañana, de 11 a 15, porque la tienda estaba en pleno centro de madrid y un domingo por la mañana se vendía tanto como en tres días completos.
yo libraba la tarde del miércoles y el jueves.
éramos tres: la dueña de la tienda, la encargada y yo. era una jerarquía muy sencilla.
Alicia era la jefa, una pija de toda la vida, niña bien venida a más desde que se casó con un hombre forrado que le puso la tienda para que no se aburriera y de paso hiciera algo de pasta. ella iba, se metía en la oficina a hacer cosas en el ordenador y cuando se aburría se iba, o venía alguna amiga y se tomaban unas cañas en el bar de enfrente mientras nos echaba un vistazo.
Cata, la encargada, era lo opuesto. de familia muy humilde del barrio de villaverde bajo de toda la vida, según sus palabras no había querido estudiar porque estudiar era un rollo, y se puso a trabajar con catorce años, de dependienta. tenía treinta y seguía haciendo lo mismo. durante algunos años había sido gogó y habia ganado mucho dinero pero lo había ido cambiando por unos polvitos blancos muy caros que se aspiran por la nariz, y que te permiten seguir bailando para seguir ganando más dinero con el que comprar más polvitos blancos. había sido parte del núcleo duro de la ruta del bakalao valenciana. cuando el bakalao y sus tetas empezaron a decaer a la vez, volvió a ser dependienta pero el sueldo no llegaba para mantener el nivel de vida de una antigua gogó. así que ella y su novio -albañil de profesión oficial, y comerciante de polvitos blancos extraoficialmente- empezaron a pedir créditos que ahora estaban pagando con bastante dificultad.
aunque todo eso lo fui sabiendo poco a poco, cuando empezó a contarme cosas. el comienzo no fue fácil.
dejé el currículum un día que sólo estaba la jefa -debía ser el día libre de Cata- que luego me llamó y me dijo 'empiezas pasado mañana, cuando llegues no estaré pero Cata te explicará todo'
llegué y dije 'hola, soy Valeria, la nueva...'
ni me miró
-ah, sí, me lo dijo Alicia ayer. pues vale, Valeria.
me quedé ahí. ella estaba doblando camisetas. me ignoró y siguió a lo suyo sin mirarme.
-eh...¿qué puedo hacer?
-yo qué sé. yo estoy doblando camisetas. tú haz lo que te dé la gana.
-bueno, pero...¿el qué?
-pues lo que quieras, niña.
-vale. ¿te ayudo con las camisetas? borde de los cojones
-no. no sabes cómo se doblan. lo harías mal. no necesito ayuda. anda, ve fijándote dónde está colocada cada cosa.
me di una vuelta por la tienda, no era grande. me fui aprendiendo precios, tallas, colores y colocaciones. sobre todo era de camisetas pero había una parte de faldas, shorts y chanclas.
en fin, llegó la jefa y fue ella quien me explicó más o menos todo.
se me hacía mucho más largo que limpiar baños.
-se nota que no te gusta esto- me decía Cata algunas veces.
-claro que no. lo hago porque es verano y necesito pasta. me da completamente igual hacer esto o hacer otra cosa. seguramente otras cosas me gustarían más, pero es lo que hay.
convivir con Cata ocho horas al día se hacía pesado a ratos. a una tía podrida por las deudas, que después de echar las cuentas del mes que iba a empezar le salía -200€, que debía dinero al banco, al morte inglés y a robafone, con un husky siberiano todo el día encerrado en su casa interior de treinta y cinco metros cuadrados y un novio al que a pesar de su doble ocupación tampoco le salían las cuentas, ¿qué le podía contar yo? ¿que me gustaba un chico que pasaba de mí? ¿que no me había dado la nota para estudiar periodismo? ya ves tú qué problemones.
en la tienda se ponía música todo el rato. la jefa pensaba que animaba la venta. estaba alta. cuando entré a trabajar sonaban alternativamente durante ocho horas el cedé entero de Bisbal y después el de Chenoa. era el verano que triunfaron. poco a poco logré introducir a Manu Chao y Alicia Keys. no hubo discusión posible acerca de Extremoduro.
a las dos, a la jefa y a ella, yo les repateaba un poco.
-Cata, ven un momento- dijo un día la jefa desde la oficina que estaba a escasos metros de nosotras dos. escuché y vi con mis propios ojos cómo Alicia decía a Cata:
-dile a Valeria que tiene que hacer algo. no puede estar ahí parada. si no hay nada que hacer ni nadie que atender, que se lo invente. dile que se ponga a colocar algo en otro lado, o a desdoblar y doblar camisetas.
entonces Cata vino y me lo dijo mientras Alicia nos miraba desde la oficina.
jerarquía de los cojones pensaba yo, que desdoble y doble camisetas para que parezca que hago algo, dice la pija, y se lo dice a Cata delante mía para que Cata me lo diga a mí.
-vale, Alicia.
yo les repateaba porque me importaba una mierda el trabajo en sí, lo que quería eran mis 100.000 pesetas -600€- al final del mes y poco más, y no me preocupaba demasiado que se supiera y además no hacía mal mi trabajo. al menos no era borde. y hablaba algo de inglés, más que suficiente para poder atender a los guiris, que eran muchos. ellas no hablaban ni palabra. así que yo les venía de puta madre. soy alta. llegaba a las chanclas que estaban colocadas en lo alto sin tener que usar un taburete como ellas dos. y simplemente esas dos cositas me animaban el espíritu cuando me tocaban los cojones.
todas las mañanas había que fregar el trozo de acera que abarcaba la tienda. me lo encasquetaron. mi única experiencia laboral era fregar diez horas al día, así que consideraba que eso sabía hacerlo bien. Alicia vino uno de los primeros días a decirme:
-oye, valeria, tienes que fregar con más ganas. no te veo mucho arte. ni yo a ti.- y acuérdate, tienes que echar bastante lejía al agua, porque los perros mean contra la valla de la tienda y hay que limpiarlo bien todos los días. no sé por qué siempre se mean en nuestra valla.
yo sí lo sé. el olor a lejía provoca grandes ganas de orinar tanto a perros como a gatos. si limpias una meada de perro o de gato con lejía, inmediatamente volverán a mearse ahí con muchas más ganas, y así por toda la eternidad.
lo hubiera dicho, si no me hubieran subestimado y no me hubieran tocado los cojones.
me callé con mucho gusto. me callé como una perra. me compensaba espiritualmente limpiar cada mañana los meados de perros y seguir echando cada vez más lejía como ordenaba la jefa y consecuentemente limpiar cada vez más meados de perro. lo hacía de buena gana. me gustaba presenciar el cabreo matutino de la jefa, para el cual sólo yo conocía el remedio.
pero es que nunca me preguntaron ¿qué iba a saber la niñata?
la niñata sabía latín.
per aspera ad astra.
algo de latín y algo acerca de los meados de perro.