Tyrion Lannister
Ha entrado en el metro lo más discretamente posible. En esa parada y por esa puerta del vagón, sólo ha entrado él. Pero todo el que le ha mirado por inercia rutinaria, ha detenido su mirada un poco más de lo necesario, más que para el reconocimiento automático que se hace cuando alguien entra al metro y tú ya estás en él.
Un hombre con grandes, enormes, profundas cicatrices en la cara y que subían por el cráneo.
Él lo sabe y no lo puede ocultar y los demás lo saben, y así es un día tras otro, todos los días. Aunque agache la cabeza en cuanto se sienta a mi lado para pasar desapercibido. Conocí esa mirada, aunque los demás no lo sospechen y él tampoco, me pregunto, me pregunto cuántas cicatrices llevamos por dentro, cuántas que no se ven y no provocan esa reacción pero están ahí y pienso que también, que tal vez sí, también hay quien sabe ver o intuir esas cicatrices, sí, a veces sí, pienso eso cuando se sienta a mi lado y simula tener mucha prisa por hacer algo en su móvil. Miro de reojo.
Está jugando al solitario.