martes, 3 de julio de 2012

desahucio II


esta puerta está junto a la mía. pared con pared. eran mis vecinos.
cuando empecé a vivir aquí, en esta casa vivía un matrimonio con dos hijos pequeños. vivían en una habitación y alquilaban las otras dos.

luego ellos compraron el piso para alquilar todas las habitaciones. a un precio indecente, eso sí. cada dos por tres teníamos vecinos nuevos. una vez vivió una chica con su pareja y su niño pequeño, que nos contó que pagaba quinientos euros por una habitación pequeña.

supe que habían comprado otro piso. vivían en el otro y alquilaban este.
de un tiempo a esta parte noté menos movimiento. durante una larga temporada vivió la misma gente, a los que yo sólo conocía de vista.

hasta que una tarde, bajé un momento a echar comida a la gata callejera que vive junto a nuestro portal.
según cerré la puerta me di cuenta de lo imbécil que era: no había cogido las llaves, ni el móvil, ni nada de nada. era un domingo de agosto, por la tarde. ningún vecino tenía llaves. Iris y yo estábamos en ese momento buscando una tercera persona para compartir nuestra casa, así que ella era la única que tenía llaves, y llevaba bastantes días apalancada en casa de su novio.

yo iba vestida con una falda vieja y una camiseta de andar por casa, y todo lo que tenía era una latita de comida para gatos y una cucharilla. mala situación. no me sabía de memoria el teléfono de nadie, pero daba igual porque no tenía teléfono.

y un cerrajero en día festivo en madrid puede cobrarte lo que le dé la gana. hablamos de doscientos o trescientos euros, según la suerte que tengas.

bajé primero a la casa del señor Carlos, un señor muy entrañable al que conocí mientras los dos echábamos de comer a la gata callejera que vive junto a nuestro portal. bajé a pedirle ayuda. él, muy amable, me ofreció llamar por teléfono o lo que necesitara. pero no sabía los números. necesitaba internet, intentar contactar con alguien que me diera el número de Iris.

entonces pensé en mis vecinos de al lado, con los que nunca había intercambiado nada más que un saludo rápido. eran jóvenes, de los pocos jóvenes en mi edificio. seguro que tenían internet.

llamé. me abrió la chica, le expliqué la situación. me dejó buscar en internet alguien conectado que me pudiera dar el teléfono de Iris. lo conseguí. llamé a Iris. apagado o fuera de cobertura. mierda. mierda.

su hermano estaba por ahí. no había dado muestras de hacer mucho caso al asunto. ella estaba ahí conmigo pensando qué hacer. ya me iba a dar por vencida. ya estaba buscando el teléfono de cerrajeros de urgencia. ya estaba marcando un número.

y su hermano dijo, mientras hablaba por el móvil:

-esperad. vale, pues lo intentamos. sí, sí, aquí en nuestra casa. vale. hasta ahora.

le miramos.

-se me ha ocurrido llamar a un amigo cerrajero que tengo por ahí. justo está por el barrio, aunque no tiene aquí las herramientas. pero dice que lo intentamos con una radiografía. ¿tenemos una radiografía?

su hermana dijo

-no, no tenemos ninguna.

y entonces me acordé de la delicada salud del señor Carlos.

-yo creo que sé quién puede tener una.

y bajé a preguntarle. ¿tiene una radiografía que no le sirva, señor Carlos?

-sí, bonita, sí que tengo, tengo muchas. ¿eso os sirve? qué bien, antes he sentido mucho no poder ayudar más. toma, toma una grande, y no te preocupes si se estropea, no la necesito para nada.
y subí con el tórax del señor Carlos en la mano.

entonces llegó el amigo cerrajero. era un negro enorme, enorme, lleno de cadenas de oro. físicamente era como M.A. Barracus y King África juntos, y su actitud era la del Señor Lobo.

entre él y su amigo, mi vecino, metieron la radiografía en la puerta, y uno comenzó a deslizarla arriba y abajo mientras el otro sacudía la puerta. así estuvieron como diez minutos en los que pensé que acabarían por tirarla abajo.

y entonces se abrió. se abrió. y les invité a cerveza y luego les llevé bombones y les estuve eternamente agradecida.

y bajé una copia de las llaves al señor Carlos.

y después nos saludábamos todos con más cariño y nos preguntábamos qué tal y un día dejé de verles y de sentirles a través de la pared. y pensé que estaban de vacaciones, y después pensé que habían dejado el piso y después pensé que no venía nadie en su lugar como otras veces.

y entonces llamaron a nuestra puerta, personas muy serias y muy trajeadas, yo no estaba, me lo contó mi compañero de piso, a preguntar si sabíamos quién vivía en la puerta de al lado. .

-gente muy amable

-¿y sabe si siguen viviendo aquí?

-no ¿por qué lo preguntan?

-asuntos legales. somos del juzgado.

y otro día llegaron los trajeados, abrieron la puerta sin más, llevaron unos peones para sacar todo lo que había dentro, sacaron todo lo que había dentro y la cerraron y ya no se ha vuelto a abrir.

desahuciaron al propietario, que debió avisar a los inquilinos para que desparecieran.

ya no tengo vecinos en la puerta de al lado. ahora es un piso vacío y cerrado. como tantos miles. tantos miles.

ellos me abrieron la puerta. y a ellos se la cerraron.