jueves, 24 de marzo de 2011

Poemas que me Despertarían de un Coma (III) Nunca termina ayer

Me acordé de un libro que saqué de la biblioteca cuando era adolescente y me marcó. El libro se llamaba Nunca termina ayer, y el autor es José Alcalá Zamora.
Me impresionó mucho porque todo el libro son sonetos y está estructurado como un día-el día de ayer-, es decir, el tiempo que estuvo con una mujer a la que amó, en una historia que acabó (para su profundo pesar). Se dedicó a escribir sonetos como churros durante los cinco años siguientes y los compiló en ese libro.

A mí, que estaba teniendo mi primera explosión poética, me pareció alucinante. Los sonetos siempre me han fascinado. Y tanto amor, en ese libro.

Inútil, porque estoy convencida de que fue inútil en el sentido práctico. No creo que ella volviera con él.

Nunca tuve ese libro en propiedad, aunque lo saqué muchas veces de la biblioteca. En algún diario de aquella época debe estar copiado varias veces como un mantra, un soneto que me impactó mucho y que me aprendí de memoria. Recuerdo repetirlo en mi cabeza mientras el profesor de gimnasia nos hacía correr el puto test de Cooper o la milla o lo que mierdas tocara correr o hacer. Era un poco sádico aquel profe y la poesía era mi sistema cerebral de evasión del sufrimiento físico. Mi cabeza reacciona al sufrimiento repitiendo poesías.

Anestesia. Producción endógena de placer.

No lo he encontrado en internet y he pensado que es una pena. Simplemente por si alguien alguna vez lo busca y no lo recuerda. Me veo con la responsabilidad de digitalizarlo. No tengo aquí esos diarios así que he tirado de memoria. Hoy no comparto el pensamiento. Pero tenía quince años y sabía lo que era sufrir por amor como una hija de puta, o tal vez como una puta, o -por lo visto- como un señor adulto hecho y derecho. Ahora me extraña más que un señor mayor pueda sufrir como una adolescente, más que al revés. Porque es el claro signo de la desolación, de la desesperación y la soledad más perras y la fidelidad más delirante, que no entiende de voluntad y que acaba confundiéndose con la voluntad. Algo terrible. Y todavía lo puedo recitar de memoria, como un mantra, aunque no quiero volver a sentirlo nunca. Me haría despertar de un coma para decir ¡No!

Amar en soledad es más amar
es más amor no ser correspondido
porque querer, sabiéndose querido
es modo de querer a lo vulgar.

Es menos devolver que sólo dar,
es muy fácil amor agradecido;
pero querer, estando y siendo herido,
es un querer más firme y de fiar.

Amor que ni me pesa ni se mide,
que siempre cree que más que todo eres
y en el que no has de ser menos jamás.

Amor que ni te espera ni te pide
que se conforma con amar ayeres
y querer imposibles, ama más.


[no no no no no no no]