cuando entro al vagón hay cuatro músicos tocando y cantando. lo hacen muy bien. me he sentado junto a una chica que les mira, sonríe, me mira, ve que sonrío y sonríe. cuando terminan, las dos les damos alguna moneda y entonces ella me dice:
-Los conozco de otras veces. Me han propuesto que toque con ellos y todo. Son majísimos.
la chica lleva una guitarra en una bonita funda de colores
-Pues son muy buenos. Me han gustado mucho.
-Ya ¿eh? Y hay que tener valor, para tocar en el metro.
-Sí, hay gente que pasa mucho. No sé, hay gente que ni se quita los cascos. Y tienen música en directo delante de sus narices. No lo entiendo.
-¡Sí! Yo pienso igual. ¿Tú haces algo? ¿Tocas, o cantas?
-¿Yo? No, qué va, en todo caso...bueno, escribo. La música...creo que la aprecio, intento apreciarla, pero no sé hacer más...Hace años bailaba...bailé...lo que sea...¿tú sí, verdad?
-Sí, sí, tenemos un grupo, se llama Greenwhales Unproject. Tocamos este sábado, por si te apetece pasarte -al final no me pasé, la próxima, la próxima- ¿y qué escribes?
-De todo. Pero no me centro. De momento tengo un blog. Voy a escribirte la dirección y me escribes lo de tu grupo. Casi siempre que me encuentro con músicos en el metro luego escribo sobre ellos.
creo que alrededor la gente encuentra entretenida nuestra conversación. pues que la disfruten. nosotras seguimos.
-¿Y a qué te dedicas?
-Pues ahora mismo voy a dar clases de musicoterapia.
-¡Guau, qué interesante! Yo estudié trabajo social...
-¿En serio?
-Sí. Hace tiempo hice unos talleres de aromaterapia y de cromoterapia...creo que fue el trabajo más bonito que he tenido dentro del trabajo social.
-Pues oye, conozco una organización...que vamos a organizar talleres de muchos temas...mira, te lo apunto también, a ver si en algún momento alguno te apetece, o puedes proponer alguno...
-Vaya, qué bien. Oye...qué trayecto tan bien aprovechado, ¿no?
-Pues sí ¿eh? Está claro que nos teníamos que conocer.
-Tal cual.
-Yo me bajo aquí. Vale, entonces tenemos cómo contactarnos. ¡Qué bueno!
-¡Buenísimo!
...y así, nosotras las que hablaríamos sin prejuicios con una piedra que tuviera cara de interesante, nosotras que congeniamos con un desconocido en menos de ocho paradas de la línea 1, dimos envidia sana a una señora que iba a nuestro lado, que se puso a hablar con la señora de enfrente, que al salir de allí vio cómo se le caía el abono transporte a un señor y para devolvérselo realizó un intercambio de palabras que iba más allá de lo estrictamente necesario, motivo por el que aquel señor se puso de buen humor, y por eso, al llegar a casa, saludó de buena gana y charló más de lo normal con su portero, interesándose por él sin saber que ese día estaba un poco triste y que, gracias a eso, más animado, al salir del trabajo decidió pasar a saludar a una vecina a la que hacía mucho no veía, y así poquito a poco, hasta que todo el mundo volvió a interesarse por el mundo.