"[los hombres]olvidan que esta ventaja política que se les había concedido tenía un coste: el cuerpo de las mujeres pertenecía a los hombres; en contrapartida, el cuerpo de los hombres pertenecía a la producción, en tiempos de paz, y al Estado, en tiempos de guerra. La confiscación del cuerpo de las mujeres se produce a la vez que la confiscación del cuerpo de los hombres. Los únicos que salen ganando en este negocio son los dirigentes."
"Las mujeres ganaríamos pensando mejor en las ventajas del acceso de los hombres a una paternidad activa, más que aprovecharse del poder que les confiere políticamente la exaltación del instinto maternal. La mirada del padre sobre el niño constituye una revolución en potencia. Los padres pueden hacer saber a sus hijas que ellas tienen una existencia propia, fuera del mercado de la seducción, que poseen fuerza física, espíritu emprendedor e independiente, y pueden valorarlas por esta fuerza sin miedo a un castigo inmanente. Pueden hacer saber a sus hijos que la tradición machista es una trampa, una restricción severa de las emociones al servicio del ejército y el Estado.
Porque la virilidad tradicional es una maquinaria tan mutiladora como lo es la asignación a la feminidad. ¿Qué es lo que exige ser un hombre, un hombre de verdad? Reprimir sus emociones. Acallar su sensibilidad. Avergonzarse de su delicadeza, de su vulnerabilidad. Abandonar la infancia brutal y definitivamente. Estar angustiado por el tamaño de la polla. Saber hacer gozar sexualmente a una mujer sin que ella sepa o quiera indicarle cómo. No mostrar debilidad. Amordazar la sensualidad. Vestirse con colores discretos, llevar siempre los mismos zapatos de patán, no jugar con el pelo, no llevar muchas joyas y nada de maquillaje. Tener que dar el primer paso, siempre. No tener ninguna cultura sexual para mejorar sus orgasmos. No saber pedir ayuda. Tener que ser valiente, incluso si no se tienen ganas. Valorar la fuerza sea cual sea tu carácter. Mostrar la agresividad. Tener un acceso restringido a la paternidad. Tener éxito socialmente para poder pagarse las mejores mujeres. (...) Privarse de su feminidad, del mismo modo que las mujeres se privan de su virilidad, no en función de las necesidades de una situación sino en función de lo que exige el cuerpo colectivo.
De tal modo que las mujeres ofrezcan siempre los niños a la guerra y los hombres acepten ir a dejarse matar para salvaguardar los intereses de tres o cuatro cretinos de miras cortas."
Virginie Despentes