Con este son veintiún viernes publicando algún tipo de texto contra los recortes sociales, gracias a la iniciativa de Antonio Díez. Para hoy tenía pensada otra cosa, pero es que he visto este anuncio y no lo he podido pasar por alto. Me ha cabreado. Me lo he pensado, porque la difusión de anuncios no está en la línea editorial malaperrense, pero tocar los cojones allá donde considero oportuno y necesario sí que lo está. y lanzar mi grito mudo contra hijos de puto manipuladores, definitivamente está en mi línea editorial.
Bueno, aquí está la perla:
Y ahora me gustaría decir que he encontrado un artículo que lo critica mucho mejor y de manera más racional de lo que lo voy a hacer yo. Es de Íñigo Sáenz de Ugarte y lo recomiendo mucho. Lo podéis encontrar aquí. Estoy de acuerdo con todo lo que dice. Aunque yo usaría palabras menos agradables.
Como que me da asco el estado mental que parece que se ha instalado en este país. No soporto este amodorramiento atristonado, no soporto más gilipolleces. No es justo que los niños y los jóvenes crezcan escuchando a los adultos quejarsequejarsequejarsequejarse panda de malditos lloricas. Estamos mal, pero vamos a estar peor. Estaremos peor, y algún gilipollas de la vida seguirá hablando de que fuera nos envidian por el clima. No, hijos de puto, no, esa no es la solución. Malditos cabrones: están tratando de domesticarnos. Nos han atado las patas al árbol. Como al elefante bebé. El elefante bebé no puede romper la cuerda que lo ata al árbol. El problema es que cuando se hace grande sí podría romperla pero no sabe que puede, porque siempre ha estado atado a ella. Que las generaciones, las personas NO se exportan, malditos hijos de puto. Que se vayan ellos, los que se comieron el pastel. A cagar a otro lado. Vamos a dejar de quejarnos. Vamos a dejar de presumir de lo que no tenemos. Vamos a dejar de presumir de lo que no es para presumir, sino que es humillante. Abuelos manteniendo a sus hijos y a sus nietos. Somos griegos y no lo queremos saber. Somos portugueses y no lo queremos saber. Somos gilipollas y no lo queremos ver. No sabemos reclamar lo que es nuestro, ni las cabezas de los ladrones que arruinaron todo. Me cago en el poder y en el dinero. Pero lo que no soporto es esta mentalidad de acabados. A veces creo que en la Guerra Civil se llevaron por delante el poco espíritu crítico que había y aquí no quedan más que hijos de puto aprovechados y pringados. Esos dos polos. Tú eliges. Si no te gusta, te vas. Vete a poner copas a Londres, mujer, que está muy bien. Aprendes inglés, viajas, esas cosas...
Ya, hijo de puto, pero también te puedes ir tú: tú, tu hijo de papá, tu puta madre y tu abuela, os podéis ir a tomar por culo y no volver. A mí, si me dicen que me vaya, de repente no me sale del coñito. Qué cosas. Me pienso quedar mientras pueda, aunque sólo sea por joder en lo que pueda. Alguien tiene que quedarse para decir a la siguiente generación: "Mirad, aunque haya salido una generación torcida, no quiere decir que todos tengáis que ser unos hijos de la gran puta de mayores." Hay que organizar la resistencia. Si no qué. Si nos vamos todos qué. Es lo que quieren. Pues que se jodan. Que se jodan ellos, sí, que se jodan ellos.
Esta es mi respuesta al anuncio...
#nosotrostambiénsomosescoceses
Estamos gobernados por unos soplapollas que están colonizados por otros soplapollas, y ni todo el sol, ni todas las playas, ni toda la tortilla de patatas ni todos los bares ni todas las siestas ni todo el fútbol del mundo cambia las cosas.