viernes, 18 de junio de 2010

rimarse

es una tarea minuciosa y ardua. cuentas sílabas. quitas y pones palabras. con algunas te lo piensas mucho. las quitas y las vuelves a poner. al final, las quitas. aparece otra palabra en su lugar. casi siempre como un flash. casi siempre cuando menos te lo esperas.

o tal vez, ordenas la frase de otra manera. calculando la nueva distribución de los acentos. a veces, así, encuentras el lugar para algunas palabras difíciles que de ningún modo quieres quitar.

a veces llega un verso entero, contundente, perfecto. pero no suele ser el siguiente, no no. te viene uno que va tres versos después. te condiciona las rimas, te hace estrujar el cerebro. hilarás los versos siguientes en torno a él, ese verso perfecto, adelantado y puñetero, que sin embargo está ahí: donde tiene que estar. eres tú la que tiene que llegar hasta él.

palabras difíciles que cuadran al final del verso, casi imposibles de rimar.
borrar, quitar, poner, quitar, poner. tachar, tachar, tachar.
pasar a limpio
hasta que consigues rimar contigo.