El poder del nombre
Me encargaba de comprobar la acreditación de las personas que venían a la junta de accionistas. Le decía a mi compañera el nombre y el número de DNI, que ella tecleaba en la base de datos, mientras yo comprobaba otros documentos que confirmaban que la persona podía entrar.
-Luz García de Lucas- Leí a mi compañera con toda naturalidad, y ella me dijo bajito
-perdona, ¿has dicho...Luz?
-Eso es, Luz García de Lucas- respondí leyendo directamente del DNI, mientras el señor, -el señor-, octogeranio, duro de oído y sonriente esperaba.
Salía en la base de datos, todo estaba en orden, el señor pasó y mi compañera seguía extrañada:
-¿Cómo es que se llama Luz ese señor?
-Tuvo unos padres muy listos y muy precavidos.
Me había fijado en su DNI. Había nacido a finales de 1935. No me cuesta imaginar que el ambiente estaba revuelto. Estaban a menos de un año de la Guerra Civil. Tuvo unos padres listos. O entre los que tal vez ya había habido alguna baja por guerra. Y su padre, el de aquel señor, casi con toda seguridad fue a la guerra menos de un año después, siendo él un bebé. Nunca sabremos si regresó.
Quizá la madre lo hizo en secreto. Le pidió ropita a una amiga y le vistió de niña. Total, ¿de verdad alguien comprueba el sexo del bebé en el Registro? No tengo ni idea de si lo hacen. Así que le llevó al registro, le puso 'Luz' y así se aseguró de que a ese niño, nunca jamás de los jamases le iban a reclutar para ninguna guerra. Quería asegurarse de que ese niño llegaría a ser un hombre y que su pecho no iba a ser atravesado por ninguna bala, y todo ese poder lo daba el nombre. El nombre que un desconocido pasaría de largo cuando lo leyera en una hipotética y futura lista de nombres buscando hombres para llamar a filas.
Volvió a casa, le dijo a todo el mundo que el niño se llamaba Luis, como el padre, y ahí quedó la cosa. El niño siempre fue Luis, y cuando tuvo que hacer algún documento, ya de más mayor, nada, la simple excusa de la anécdota: en el registro entendieron Luz.