bajo mi terracita hay un parque y ese parque está lleno de paseaperros que puntualmente, al menos dos veces al día, pasean a sus perros y comentan sus cosas: que si uno se ha hecho pis en casa, que si al otro hay que llevarle a vacunar, que si al de más allá le han castrado; en fin, lo típico.
el parque es de los perros casi todo el día. aunque muchos pasean atados y atados regresan a sus casas. su libertad es engañosa, relativa y limitada.
la otra noche, tomando el fresco en la terracita, vi unos bultos pequeños en el césped del parque que eran más pequeños que un perro.
eran mamá gata y sus tres crías, que al menos tienen cuatro meses, haciendo sus prácticas de juego y caza.
corrían, practicaban maniobras de evasión y huida, se subían a los árboles, volvían a correr a todo trapo, se acechaban, todo bajo la atenta mirada de mamá gata, que vigilaba que no hubiera perros a la vista.
al cabo de un buen rato, pasó una pareja con un perro atado. y un gatito se escondió, pero los otros apenas se inmutaron. cuando la pareja vio a los gatos tiró del perro para que se acercara menos todavía. para ser callejeros y urbanitas, han encontrado un buen lugar para criarse. mamá gata es muy lista.
se quedaron jugando, probablemente toda la noche. salen todas las noches a su hora, la hora de los gatos, mientras los perros duermen de puro aburrimiento en las casas de sus dueños.