sábado, 3 de julio de 2010

lo que aprendí sin melena



es que es una especie de planta viva, como una enredadera. También se parece a un tapiz, una manta, una bufanda.

Ahora también estoy convencida de que es un órgano. Un órgano que está diseñado para la estética del mismo modo que el clítoris está diseñado para el placer.

He aprendido que es un atributo femenino tan importante o más, visualmente, como los pechos o las caderas. Sin melena puedes ser femenina, pero no es lo mismo. La forma en que cae sobre los hombros, el movimiento que le imprime el viento, siempre tiene un aire como de animal salvaje. En los trabajos de azafata, casi siempre hay que llevar el pelo bien recogido. Domesticado.

Hay sobre todo dos melenas que me resultan fascinantes. Una es la de Sansón, juez bíblico cuya historia es muy conocida: Se enamoró de Dalila (que no era ninguna devorahombres ni embaucadora, era una especie de Mata Hari, pero esa es otra historia) y le reveló que su fuerza estaba en su cabello. Se lo cortaron, le atraparon, le sacaron los ojos y le enviaron a la cárcel, pero ahí viene una frase que para mí es la más bella de la historia de Sansón:

'Pero el cabello de su cabeza comenzó a crecerle después de haber sido rapado' (Jue 16,22)

La otra melena de la que aprender es la de Lady Godiva. Esta dama del siglo XI era la esposa del señor de Coventry. Su marido estaba abusando del pueblo con los impuestos y ella le pidió que los bajara. Él prometió que lo haría si ella recorría el pueblo desnuda en su caballo. Lady Godiva pactó con los vecinos un día y una hora a la que se encerrarían en sus casas para que ella cruzara el pueblo tranquila, se tapó con su larguísima melena y superó el reto. Al hacerlo, el marido cumplió su palabra.

Aprendí que una melena es más que la suma de sus pelos, filamentos vivos que forman un conjunto único e irrepetible. Como un tapiz hecho con tiempo y esmero. Como un bosque, que vuelve a crecer según es cortado.