miércoles, 27 de abril de 2011

música, monjas y magia

¡Buenos días damas y caballeros un poco de música para acompañar su viaje gracias y disculpen las molestias!

y de su equipo de sonido con ruedas sale la melodía de 'Colgando en tus manos' de Marta Sánchez y Carlos Baute, el anciano que tiene en frente dice con voz potente, antes de que pueda empezar a cantar:

-¡Baje el volumen! ¡Me está perjudicando!

el cantante, desconcertado, baja un poco el volumen del equipo, pero comienza a cantar por el micrófono

...quizás no fue coinsidensia encontrarme contigo....

-¡He dicho que baje el volumen! ¡Que lo quite! ¡Está prohibido tocar en los vagones de metro, ¿es que no lo sabe?! Le voy a denunciar, eso es lo que voy a hacer, le voy a denunciar como no apague eso, porque está prohibido ¿o es que no lo sabe?

...e-esa sonrisa traviesa que vive conmigo... intentaba seguir el cantante, apurando la esperanza de ganarse la aprobación del anciano, pero no, eso no pasa, el anciano sigue y sigue recriminándole hasta que 

el cantante ya no canta. aguanta como puede la bronca. 1-0 para el viejo. llegamos a la siguiente parada y el anciano se baja, no sin antes volver a repetir

-Si le digo que lo apague lo tiene que apagar y punto, o le denuncio ¡Y si no, no haga lo que está prohibido!

Entra gente nueva al vagón. El cantante repite la introducción, con la voz algo quebrada por los nervios. Conecta la música. Titubea. Olvida la letra de la primera estrofa. Poco a poco se va concentrando y canta muy bien, tiene una voz preciosa. Prácticamente todos los que hemos presenciado la bronca del anciano, le hemos dado algo de dinero. Lo ha tenido que pasar fatal.

Cuando me iba a bajar en Sol, dos monjas muy mayores me han preguntado dónde estaba la salida de la calle Carretas y como no tenía prisa y me venia bien esa salida, las he acompañado. Eran de las Discípulas de Cristo de Valladolid, muy majas, y me han dicho que rezarían por mí, 'es la moneda de las monjas'.

Leí una vez un estudio sobre la influencia de los rezos en la recuperación de enfermos. En un hospital, asignaron números de habitaciones al azar, a un grupo de monjas que iba a rezar por ellos X tiempo al día, por el nº de habitación tal o cual, sin saber quién era ni qué le pasaba, y sin estar las monjas en el hospital. Los enfermos no tenían ni idea del experimento. Pero el caso es que mejoraban más y más rápido aquellos por los que se estaba rezando. Así que me parece muy bien. Es como cuando los paganos decimos 'te mandaré buenas ondas'. Es lo mismo. Funciona y ya está.

Al llegar a casa se lo he contado a Iris, y me ha dicho que últimamente ve cosas curiosas en el metro. Que el otro día ella iba en metro y entró en el vagón un mago, cosa que no es usual, un mago  con un traje y un sobrero blancos, para hacer un espectáculo de dos paradas de duración. Casualidades: yo le había visto el día anterior. Yo le vi el sábado, estuve a punto de escribir sobre él. Y ella le vio el domingo.

Y me pregunta -¿y cómo estuvo? ¿cómo le viste?

-Pues...al principio bien. Puso la música, se lo curró: número de cuerdas y nudos, número de pelota voladora,  también de pañuelos y de cosas que desaparecían en una caja...yo estaba entusiasmada, estaba en la otra punta del vagón pero con lo que me gusta la magia, estaba muy atenta desde el principio. Me gustó mucho, y con el traqueteo del metro y todo que es una incomodidad, creo que se lo curró mucho. Pero es verdad que casi nadie le dio nada...y cuando vino hasta mí y le di algo de dinero, me dijo: qué mal, qué difícil es la gente en Madrid...es muy difícil, no se puede hacer magia así, la gente no...la gente no quiere mirar, la gente no quiere nada...yo le dije que lo había hecho muy bien, que me había encantado y que tal vez era por la hora, o por el día, que no había mucha gente...se fue bastante jodidillo. ¿Y tú cómo le viste? ¿Qué tal fue en tu vagón?

-Mal...si es que éramos muy pocos, seis o siete personas. Yo vi que era un mago y apagué la música para escucharle. Le vi muy serio, pero pensé que era parte del número... había una pareja que estaba muy cerca de él, y le miraban y él a ellos, pero se bajaron en la siguiente parada, a mitad de número claro. Y entonces paró, se hundió, no sé. Paró la música y dijo que así no podía, que así no se podía hacer magia, y se fue. Y me quedé con un mal sabor...pobre hombre. Pero es que estábamos pues eso, cuatro personas nos quedamos cuando se fue la pareja. No era buena hora, pero no puede tener esa actitud...claro que ahora que me has contado eso, lo entiendo más.

-Sí, es que el día anterior también tuvo un mal día. Se ve que le está comiendo Madrid. No me extraña. Hay que ser muy fuerte de espíritu para hacer vagones. Y ahora hay muchos. Muchísimos, que van por los vagones haciendo su número. Músicos sobre todo. Bajan los beneficios...y la gente que va en el metro...muchos están en paro, está claro. Va menos gente y va más seria. Es difícil.

Bueno, si alguien ve por el metro de Madrid a un mago vestido de blanco, con un carrito en el que pone MAGIA haciendo un número de magia clásico (cuerdas, pelotas, pañuelos, cajas misteriosas) distribuido en dos paradas, ya sabe que necesita ánimos. Está ahí luchando. Sufre porque querría hacerlo en mejores condiciones, y practica el noble arte de la magia, que nunca se debe perder.

Conclusiones:

-La música nunca debería ser prohibida. Es una puta manía últimamente, lo de prohibirlo todo. Entiendo el punto del viejo pero estoy a favor del músico.

-Las monjas de Valladolid van a rezar por mí y como hay que ser agradecida

-...voy a mandar buenas ondas al Mago del Traje Blanco.