iba a mi clase en el colegio y era más bruto que un arado.
presumía de ello sin reservas.
escupía más denso y más lejos que nadie.
desde muy pequeño daba los puñetazos más duros de la clase.
jugando al fútbol nadie se quería cruzar en su camino.
tenía un acento pueblerino y basto que era su orgullo.
decía que quería estudiar filología rural para aprender el lenguaje de silbidos de los pastores.
un día grabó una cinta de cassette de noventa minutos (cuarenta y cinco cada cara) con sus espectaculares a insuperables eructos. decía que su brutal forma de eructar era su don. llevó la cinta a clase en un walkman y nos la fue pasando para que admirásemos su increíble habilidad eructadora.
nunca pude volver a mirarle igual. escuchando detenidamente, me di cuenta de que Víctor eructaba en perfectos alejandrinos.