Llego diez minutos tarde a clase, intento hacerlo discretamente pero el profesor de crítica literaria me mira ¿usted es de mi clase? me pregunta
sí, sí, respondo yo mientras me deslizo en el sitio más cercano a la puerta-por hacer la cosa lo más breve posible- en el extremo de la primera fila.
Ah sí, ayer se sentó atrás.
Asiento, me siento.
Sigue explicando, hoy lleva otro impecable traje de cachemir. Sabe una barbaridad. Un huevo y tres partes del otro. Es un hombre que es a la vez una institución. Los demás profesores tienden a respetarle mucho profesional y literariamente y a evadir la cuestión personal. Con algunos directamente no se habla, o no le hablan. Alguno se refiere a él como Elohim. Académicamente es una institución y eso nadie lo cuestiona.
"Verán ustedes, el impulso poético...veamos, usted: la señorita que está en el extremo de la fila, ¿cómo se llama usted?"
Nadie responde. Yo estoy escribiendo algo.
-Usted. La señorita con aspecto de enigmática...-me mira. me miran- ¿yo?
-Sí, sí, usted, la que ha llegado tarde
-Valeria- respondo y me miro a mí misma. jersey a rayas de lo más normal, vaqueros, botas planas...¿enigmática de qué?
-Usted escribe. ¿A que sí?
-...sí
-Claro, y tiene ahora mismo...veintiseis años.
¿le he dado la ficha con mis datos? no, no le he dado la ficha ¿seguro que no le he dado la ficha? no, no le he dado la ficha
Sonríe satisfecho.
-Podría decirle también cuánto mide y cuánto pesa exactamente. Está muy flaca usted. Bien, sabe más el diablo por viejo que por diablo. El caso es que el impulso poético está en usted y eso es así, usted tiene veintiséis pero potencialmente está en usted lo que escribirá a los cuarenta, porque dado que escribe, que tiene ese impulso, seguirá haciéndolo siempre. El impulso poético está en quien escribe y todo lo que hará literariamente está en uno al igual que los óvulos que se tienen para toda la vida están ya en los ovarios de las niñas cuando nacen.
Silencio.
-Eso sí, muchos sienten ese impulso pero lo que hacen es contar su vida. O hablar de generalidades. Un novelista no es el que cuenta su vida. Es el capaz de idear vidas que no son la suya. La gran obra artística se logra cuando se mezclan perfectamente lo universal y lo singular y en las mediocres, que son la inmensa mayoría, prima uno de los dos aspectos.
Lo que yo pensaba: uno puede contar su vida, pero no su puta vida. Si lo universal y lo singular se mezclan en proporciones perfectas, y esto lo decía otro imponente maestro, no importa de quién hable: al final habla de mí, de ti, de quien lo lee. Esa es una de las grandezas de la literatura.
viejo y además diablo...