“Los libros que necesitamos son aquellos que tienen sobre nosotros el efecto del infortunio,que nos hacen sufrir como sufrimos por la muerte de alguien que queremos más que nosotros, los que nos hacen sentir que estamos al borde del suicidio, o perdidos en un bosque muy lejano -un libro debería servir como el hacha para el mar helado que hay en nuestro interior.”
Es un extracto de una carta de Kafka a Oskar Pollak, que Anne Sexton cita en su libro All my pretty ones.
Para mí este párrafo explica la alta incidencia de suicidio entre escritores y sobre todo poetas. Una cosa es leer, por poner sólo un ejemplo La lluvia amarilla de Llamazares y quedar, naturalmente, al borde de la depresión. Pero escribirlo es sin duda peor.
Uno se da hachazos sobre sí mismo, sobre su propio mar helado, pero con su propio hacha cuando escribe algo así. Leerlo es tomar prestada el hacha. Leer un libro supone unas horas. Escribirlo lleva meses, años. Años dándote hachazos.
Nunca me ha extrañado lo de los escritores suicidas, me parece de lo más lógico y comprensible.
Hay una cuestión que es: sensibilidad o supervivencia.