Comienzo el último cuatrimestre de la carrera. Todo lo demás es incierto.
Me da un poco de rabia, durante cuatro años estudié algo que no me llenaba y ahora en dos debo terminar de estudiar oficialmente lo que amo. Lo invertiría si pudiera.
Lo que no me llenaba: trabajo social. En la teoría sí. Empecé entusiasmada. Fue luego, cuando comprendí que era una utopía y entendí sus contradicciones me decepcioné.
Estudié trabajo social por muchos motivos. Quería ayudar a los demás. Hacer que algo cambiara para mejor. Creía que era algo que tenía que ver con los que sufren, con los que tienen desventajas.
Luego comprendí que en la práctica no sirve para ayudar, sino para perpetuar las desigualdades; acallar las voces que se quejan para que no lleguen a gritar. Que generalmente terminas siendo un instrumento del estado, no del pueblo; que en la práctica es una cuestión de poder y no de altruísmo. Que quien manda decide cuántas ayudas se dan y a quién. Que si no lo hacen los que mandan, entonces lo hará el sector privado, pero no dejará de estar haciendo algo que debería garantizar el Estado de Bienestar en el que se supone vivimos...
Que generalmente no decides nada. Aplicas baremos que han decidido otros. Este baremo además es diferente en cada autonomía del estado español. No es el mismo baremo en madrid que en castilla la mancha. El mismo anciano en las mismas circunstancias obtiene una ayuda aquí, pero se la negarían cincuenta kms más allá y viceversa.
La primera vez que en las prácticas de la carrera apliqué un baremo me sentí jodida.
Si lo cumple, le dan la ayuda. Si no lo cumple, no. Aunque sea por un punto, y aunque el baremo sea injusto y parcial. Una tabla donde se cruzan enunciados con una escala del 1 al 5 no refleja la situación compleja, caleidoscópica, de un ser humano.
De un ser hu-ma-no. me pides que conceda o niegue una ayuda social a un ser humano mediante unos enunciados simples acompañados de una valoración del 1 al 5, que además para mí puede ser un 3, pero puede que a ti te parezca un 4.
Seguro que habrá vertientes del trabajo social más positivas. No digo que no. Pero la impresión que me ha dejado es que la teoría es muy bonita y la práctica, perversa. Al fin y al cabo puede que sea una utopía o un contrasentido el concepto de 'ayuda organizada' o más bien 'ayuda institucionalizada'. Organizada, puede. Pero desde una institución...eso no es natural. Lo lógico es ayudarse de humano a humano.
Total, que el cuerpo me pedía literatura. A gritos. Y aquí estoy. Aquí he descubierto que la literatura tiene un gran poder transformador del mundo. Y de las mentalidades y de los cambios sociales. Que un libro o un poema o un relato te pueden cambiar la vida y ayudarte más que mucha gente, ya sea gente humana o gente institucionalizada. Que la literatura tiene mucho que ver con el trabajo social, en el fondo.
Solo que la literatura es mejor. Muchas veces coincide la teoría en la práctica,(como ocurre en el Quijote, que a la vez que una obra es un tratado de literatura) y cuando no, se queda en la teoría. Sólo puede hacerlo bien, no puede cagarla. Es capaz de transmitir algo con todos sus matices. No hay baremos. Un personaje es un personaje o no lo es. Pero no puede ser un personaje a medias.
Tiene muchas ventajas y ninguna de las desventajas.
Y me siento entre mis compañeros, pocos, somos pocos, y escucho a profesores nuevos que me sorprenden y que me emborrachan en clase.
Que salgo borracha y queriendo más. Aunque cada día tenga la sensación de saber menos -porque es tanto lo que hay por conocer- parece que cada día comprendo un poco más.
Y el debate sobre si la literatura es útil: es muy útil, sólo que confundimos a menudo lo útil con lo práctico.
Gautier -el arte por el arte- dijo
"Un poema es lo menos práctico del mundo.
Y lo más práctico, qué és? le preguntaron
Un cuarto de baño-" respondió.