domingo, 14 de julio de 2013

project unbreakable

hace poco he conocido Project Unbreakableeste admirable proyecto de la fotógrafa Grace Brown, que busca generar una toma de conciencia colectiva respecto a las agresiones sexuales. acabar con el silencio, romper un tabú que aún tenemos muy presente.

no lo sé. un tío va por la calle y tiene más probabilidades de que le den una paliza aleatoria. una tía va por la calle y tiene más probabilidades de que la violen. puede ocurrir al revés, pero es más raro. desdramatizar consiste en quitarle el estigma. considerarlo como el que ha tenido la mala suerte de que le atraquen. no vale inculcarnos la indefensión ('ten cuidado' y 'si te atacan, no te resistas. no te defiendas, porque puede ser peor' llega un día en que te das cuenta de que te han inculcado esa mierda toda la vida. la indefensión) hacernos recaer la culpa  ('iba provocando', 'iba sola a tal hora por tal sitio') y después endosarnos el estigma de mujer violada (impura, deshonrada, mancillada). se acabó. vamos a intentar que poco a poco esto se acabe.

no contribuyo, porque no lo he sufrido. soy afortunada. y aún así, si hago memoria, podría contar cosas. seguro que casi todas las mujeres podrían. da igual el país del mundo. y no entiendo por qué. por qué nos atacan, cuál es el puto problema de algunos hombres con las mujeres.

#1
quince años.
verano. volvía de noche pero no muy tarde, las once o algo así, de casa de una amiga que vive a cinco minutos de mi casa. 
avancé por las calles hasta la avenida. vi que una furgoneta blanca venía en mi misma dirección. yo tenía que cruzar, y quería que antes me sobrepasara. pero frenó, frenaron, para que tuviera que cruzar por delante. hombres. varios. me paré. dudé. se notó. 
y entonces, el que conducía, con una voz de sádico cabrón, de sádico divertido, disfrutando las palabras, con una aplastante seguridad en sí mismo, dijo:

-¿tienes miedo, bonita?

corrí mucho. eso no se hace, cabronazo mecagoentodostusmuertos. hacía cinco o seis años de lo de Alcàsser. Alcàsser nos ha traumatizado con razón a una generación entera. lo peor fue saber que ese cabrón disfrutó con mi miedo. aún hoy se me pone la piel de gallina. sólo gentuza de la peor especie le dice algo así a una chavala que va sola por la calle y que evidentemente tiene miedo. pero es que debe ser eso. los depredadores huelen el miedo. tuve suerte. les bastó con meterme miedo.


#2

diecinueve años.
primavera. volvía de dar clases particulares a una niña de mi barrio. era por la tarde, a plena luz del día, por un parque tranquilo y absolutamente nada conflictivo, de esos que van los niños y los viejecitos a dar pan a los patos. en ese momento no había nadie.
un chaval muy alto (yo soy alta y me sacaba una cabeza) y más o menos de mi edad que no conocía de nada, se me acercó de buen rollo mientras caminaba. me preguntó la hora. le dije la hora. me pidió un cigarro. paré un momento para abrir el bolsillo de la mochila que llevaba en la espalda, para dárselo. en ese momento me agarró de los brazos y tiró de mí hacia el terraplén lleno de árboles y arbustos donde tradicionalmente se daban el lote las parejas, que estaba muy cerca.
y mientras, gritaba:
¡CHÚPAMELA, PUTA! ¡PUTA!
con cara de odio, de repente.
me revolví como una gata rabiosa
como una loca.
forcejeamos hasta que me dio un empujón y salió corriendo mientras gritaba
¡PUTA! ¡PUTA!
me quedé ahí sin saber que hacer. 
me alejé, busqué algún lugar del parque donde había gente y me senté en un banco a fumar y a tranquilizarme.
no llamé a la policía porque no confiaba lo más mínimo en que me pudieran ayudar en nada. porque no confiaba en que dieran con él y lo más importante: no apostaba una mierda a que si daban con él, le pusieran cargos de algún tipo. al fin y al cabo, yo no tenía ni un rasguño. igual me equivoqué. por lo único que siento no haber removido aquello, es porque pienso si aquel cabrón habrá intentado atacar alguna vez a más chicas. es por lo único. no estoy orgullosa y sólo espero que su frustración al ver que le plantaban cara le hiciera pensárselo para otras veces, al desgraciado.
no se lo conté a mis padres, ni a mi novio, porque estaba segura de que, fuera como fuera, aquello se traduciría en una menor libertad de movimientos para mí, que no había hecho nada. pero era inevitable, creo yo, contar aquello y que se preocuparan más por mí, por si llegaba tarde o por dónde iba. y yo no quería eso, porque estaba claro que el problema no era llegar tarde o dónde iba, porque me atacaron a plena luz del día, a la vuelta de dar clases particulares. me quedó claro que puede pasar a cualquier hora en cualquier lado. 
tuve suerte. aquel cabrón iba solo. aquel cabrón no iba armado. aquel cabrón desistió cuando vio que me defendía. tuve suerte. y otras no la tienen. 

#3
veintitrés años. 
verano. mi novio me llamó: estaba en casa de un amigo y vecino. flaquita, vente y echamos unas cervezas y un trivial. y fui. era tarde, puede que las doce o la una de la noche y eran apenas tres minutos caminando. bajé a la calle, avancé, doble la esquina y venía un todoterreno de frente. dos chicos delante, dos chicos detrás. más mayores que yo, treintañeros. cuatro hombres, podríamos decir. 
frenaron. 
y ya pensé mierda
el que conducía dijo
-¡oye! perdona, ¿sabes cuál es la calle Sánchez Preciado?
-sí, es ésta. es la calle por la que vais. 
y tenían que saberlo, porque hay un montón de carteles en la calle Sánchez Preciado y estábamos al final. la habían recorrido entera. 
-y entonces, ¿el número 13 dónde es? 
-lo habéis pasado, tenéis que dar la vuelta- iba a seguir, no quería detenerme pero también quería ver que arrancaban y se iban y entonces el que conducía va y me dice
-¿nos lo enseñas?-voz de sádico cabrón, ya conozco ese tono y en ese momento, que lo recuerdo como una escena de una peli de miedo de serie B se abrió la puerta de atrás que quedaba más cerca de mí 
y antes de ver asomar un pie
estaba corriendo como una flecha. 
llegué temblando, a casa del vecino. 
tuve suerte. a lo mejor no eran unos depredadores sino unos simples gilipollas que vieron la oportunidad de acojonar a una chica. otra vez. qué suerte ¿no? que sólo me acojonaron. a lo mejor es que yo estaba exagerando. me acojonan por la calle por el hecho de ir caminando y tengo que dar gracias, porque no se esmeraron verdaderamente en perseguirme, no pensaban seriamente meterme en el coche y violarme o darme una paliza y dejarme tirada en una cuneta o en un descampado, qué suerte. 

pero otras no tienen tanta suerte. sí que dan con sádicos cabrones depredadores de verdad y tienen que sobreponerse y seguir. y si quieren, contarlo. para eso sirve Project Unbreakable, para empoderarse y hacer que la vergüenza caiga sobre el que ataca, y no sobre la que es atacada. de una vez por todas.